El número de padres que denuncian a sus hijos por maltrato ha...

El número de padres que denuncian a sus hijos por maltrato ha crecido sustancialmente

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Ángela Matallano y el decano de Psicología, Juan García, en el Curso de Verano.

La intervención psicológica con menores infractores es un asunte de plena actualidad, y es que en los últimos años, el número de denuncias en el ámbito familiar de hijos que ejercen violencia contra sus padres ha crecido sustancialmente, aunque no por un aumento de casos, sino porque la población se ha sensibilizado ante esta situación.

La psicóloga del Centro de Medidas Judiciales El Lautel, de Madrid, Ángela Matallano, explicó ayer a los alumnos participantes en el Curso de Verano sobre tendencias en intervención con menores infractores con qué casos se enfrenta la Agencia para la Reeducación y Reinserción del Menor Infractor de la Comunidad autónoma de Madrid. Según apuntaba Matallano, la gravedad de casos es muy amplia, algunos son chavales que desde edades muy tempranas manifiestan grandes dificultades a nivel de conducta; en otros casos, sin embargo, no son tan graves pero sí se produce un enquistamiento de la situación durante mucho tiempo en las familias.

En los últimos años el número de denuncias de malos tratos en el ámbito familiar, de hijos que ejercen violencia contra sus padres ha crecido sustancialmente. La explicación es que la población se ha sensibilizado ante esta situación que antes pasaba más desapercibida. Las nuevas formas de convivencia y la dinámica familiar, que son diferentes a antaño, también está haciendo según los psicólogos que se incrementen este tipo de casos, “las consecuencias de todos esos cambios se están viendo ahora”, sentencia Matallano. Un gran peso en los casos de violencia en el seno familiar la tiene la propia dinámica familiar. “Se trata de dinámicas muy deterioradas, prácticamente desde la infancia, pero también en familias aparentemente muy normalizadas, con nivel económico medio-alto”, apuntaba.

“Para los psicólogos enfrentarse a este tipo de casos a nivel profesional es un trabajo duro pero al mismo tiempo gratificante. Las herramientas de las que disponemos son los espacios terapéuticos, el ir acompañando a estos chicos en un desarrollo más amplio de su personalidad, ayudar a sus familias, enseñarles que se puede discutir y no pelear sobre las discrepancias que puedan surgir, supone una de las herramientas más productivas”, decía hoy Matallano.

En los casos más graves, los padres piden a los Servicios Sociales que les retiren la custodia de sus hijos, pero también se dan casos de hijos que muy pronto piden la emancipación porque observan que la convivencia en el seno familiar es inviable e inaceptable. El punto de inflexión que se marca por parte de los padres hacia la violencia física o verbal que puedan ejercer sus hijos contra ellos se sitúa en la frontera de los 12, 13 años, cuando los chicos acceden al instituto. “Ese es un momento importante porque muchos comienzan entonces este tipo de conductas. Las denuncias llegan bastante más tarde, alrededor de dos o tres años después, en la frontera de los 16 o 17 años, en la que se concentran el 70 por ciento de las denuncias hacia los chavales”, afirma esta psicóloga.

¿Cómo afronta una familia normalizada una situación de este tipo? La respuesta, dice esta psicóloga, no es fácil. “Cuando el chico está fuera de la casa, en un centro, las separaciones suelen ser buenas porque ese periodo les permite a todos reflexionar sobre lo que ha pasado y por qué se ha llegado a esta situación. Y a veces cuando subrayamos la importancia de la familia, a los padres les cuesta hacerse a la idea de que tienen parte de responsabilidad en lo que ha sucedido con su hijo”.

En la mayor parte de los casos se consigue reorientar la conducta de los chicos. De alguna manera, la calma vuelve al domicilio.

El consumo de cannabis es especialmente llamativo y el tipo de consumo, porque en la mayor parte de los casos se produce a solas, lo que lleva a pensar a los psicólogos que hay aspectos depresivos en los chicos que mantienen este tipo de actitudes. “Son chavales que buscan tranquilizarse a través del consumo. Ellos viven la situación con mucha tristeza, a pesar de que puedan parecer fuertes y agresivos. En soledad son completamente diferentes y ahí es muy importante trabajar con ellos para rescatarles y normalizar su situación”, explicaba esta psicóloga.

 

 

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