Cabo de Gata, según el fotógrafo Carlos Pérez-Siquier (Almería, 1930). Por lños caminos del Cabo van Pérez-Siquier y 79 poetas. Al principio, no se sabe, si juntos o cada uno por su lado. El tiempo es distinto para todos. Lo que los une es este paisaje con sus sensaciones. Reencuentro, en estas circunstancias, con Carlos Pérez-Siquier, en ‘Al Fin y al Cabo’, exposición en la sede del Centro Andaluz de la Fotografía (CAF) hasta el 22 de marzo.
En un principio, la primera impresión es ‘más de lo mismo’. Pérez-Siquier recupera detalles, lugares, elementos e itinerarios suyos por los lugares litorales del Cabo, fundamentalmente. Hay otros espacios del parque natural por donde todavía no ha transitado el fotógrafo). Cada exposición es un mundo nuevo, a pesar de la reiteración. Cada reencuentro impone una nueva contemplación, con sensaciones que obligan a descubrir lo desapercibido en anteriores momentos por el mismo lugar. Pérez-Siquier, revisado a través de la sobriedad, el color, la luz, con nuevas reflexiones que emanan de sus imágenes para imponer un sentido renovador con la esencia del encuadre. Primer plano, ante un horizonte. Conciliación del tiempo y el espacio. Fotógrafo observador, que juega con la ironía de unas figuras en el camino, en el paisaje, en el interior. Armonía del territorio fotográfico. Sugerencias. Estética del mundo rural. Exaltación de lo popular. Geometría gestada con el color. Simetría espontánea de las formas. El detalle, como referencia universal. El fotógrafo recorre el Cabo y sus formas arquitectónicas, en detalles que hermana con el color y la abstracción oculta, desvelado en aquellos tiempos de la Chanca.
La exposición ‘Al Fin y al Cabo’, idea de Antonio Lafarque, comisario del proyecto, se gestó para conmemorar los 20 años del nacimiento del Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar. En el fondo recuerda la exposición ‘Imágenes de Imágenes’, inspirada en unos versos de José Ángel Valente, con la que se conmemoraron los diez años del parque natural. Aquí la novedad son los poetas, 79 poemas que arropan al fotógrafo, con versos particulares que, sin embargo, quedan diluidos en la exposición. El protagonismo es casi exclusivamente del fotógrafo. Eso sí, los 79 poemas están al completo en el catálogo. Por fin, el momento de la exposición. La puerta de entrada es una música de fondo, Eric Satie y su ‘Gymnopédies’. Desde el silencio. Todo un poema de situación. En la periferia de la sala, poemas sobre una imagen fotográfica permanente, que se diluye y se repite en dos monitores. Figuras y paisajes. Aquí los poemas tienen otra esencia, otro latido. Palabras sobre el misterio: ‘…íbamos abandonando inútilmente nuestros años’ (José Luis López Bretones).
Espacio lateral derecho. Un territorio de imágenes ocupado por lugares habitados, arquitectura, una mujer, un perro sedentario. Blanco, en contraste. Es una puesta en escena que busca la armonía de un instante. Recuerdos de una vida cotidiana detenida que sorprende en esta búsqueda del fotógrafo por la espontaneidad y lo secretos intuidos. Salinas, como una cúpula, una cima perfecta para el escalador. Y las grandes nubes. Cualquier detalle es válido si se enmarca el entorno. Pérez-Siquier delimita un territorio y lo envuelve en armonía. Diferente. Por el camino, una mujer vieja montada en un burro avanza hacia el infinito con la mirada hacia atrás sin convertirse en estatua de sal. Hay una cultura que aborda los recursos de la mar y les da una orientación. Confrontación del color para delimitar una atmósfera, ya estaba en Pérez-Siquier lo que después hará Almodóvar en su cine. No hacen falta muchos elementos, solo el contraste del color y las líneas. Altivez del campesino. Transparencia en la firmeza del personaje hacia otro mundo que le es ajeno. Después, el interior. Serenidad del cabello oculto, arrugas de la resignación. Retratos familiares de la soledad. Otro mundo oculto, real, olvidado, superviviente frente a los extraños.
Espacio central. Otros paisajes en serie, para concentrarse en el horizonte. Coche rojo, refugiado en el desierto. Decoración de los cortijos. Resalta la maestría del artista anónimo. Elegancia. Ir y venir de la carretera. Escapar y regreso. Vuelve la geometría de la abstracción. Incorpora el fotógrafo cualquier mínimo rasgo de degradación para una visión universal. Como en ‘Imágenes de imágenes’, de nuevo la victoria alada emerge entre las ruinas.
Para que el acompañamiento del fotógrafo y los poetas por el parque natural hubiera sido una vivencia compartida, se habría necesitado otro montaje de ‘Al Fin y al Cabo’, en el que los poemas hubieran sido realzados, compartiendo espacio con las fotografías. Sólo así el fotógrafo y los 79 poetas (muchedumbre de poetas) habrían ido unidos por los caminos del Cabo. Transitan nombres, unos regresados del otro lado y otros muy presentes. Y cada uno, a su aire. Entre otros: Javier Egea (‘Extraño tanto mar…’), José María Álvarez (‘Aún puede olerse en el aire la ceniza’), Gerardo Diego (‘Y la danza convulsa se detuvo’), Amalia Bautista (‘Pero el monstruo es tenaz y no perdona’), Pureza Canelo (‘Recién creado el mundo’), Antonio Carvajal (‘Decidle al hombre que su pie retire de este lindero’), Yolanda Castaño (‘Froita e vertical, roda un deserto de brillos’), Juana Castro (‘Vengo aquí a llorar de sed y de hermosura’), Juan José Ceba (‘En el aire, de vuelo va el misterio’), Eduardo Jordá (‘Ya no recuerdo nada. Sólo que ella, quien fuera, me acariciaba el pelo’), Lara Cantizani (‘Arde el silencio’), Aurora Luque (‘Habré de ir sola igual que vine sola’), Joan Margarit (‘Va oscureciendo, pero nadie enciende ninguna luz…’), Txema Martínez Inglés (‘En el desert d’aquesta mar camino’), Ángeles Mora (‘Tan poca cosa como yo, asomándome al frío’), Miguel Naveros (‘hoy soy un mapa de escala uno que llora los terruños de la tierra seca’), Raúl Quinto (‘El mar cayendo sobre sí, en lenta fiebre’), Pilar Quiroga-Cheyrouze (‘…y el infinito horizonte sumando sombras’), Miriam Reyes (‘Desde la orilla parece que solo me lames’), Miriam Buil (‘Filtración de la lágrima’). El alma que José Ángel Valente desveló: ‘En el horizonte, enormes paños de rojizas nubes siguen con el descenso de la luz el naufragio ideal de la memoria…’.
Y de nuevo, sobre las imágenes de Pérez-Siquier, la música de Eric Satie.
(Publicado en IDEAL-Almería, viernes 13 de marzo, 2009)