Tras la huella de los últimos Rapanui

Tras la huella de los últimos Rapanui

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Su historia. 
La isla de Pascua fue descubierta para los europeos en 1772 por el navegante holandés Jacobo Roggeween, un día de Pascua de Resurrección. Desde el principio, la peculiaridad de sus habitantes, su forma de vida e "historia perdida" suscitó el interés de arqueólogos y científicos en general. No daban crédito al gran desarrollo que alcanzó una civilización en unas condiciones tales de aislamiento.
Pero su increíble historia no se remonta mucho en el tiempo. La leyenda indica que los primeros colonizadores de la isla, dirigidos por el rey polinesio Hotu Matua, desembarcaron en la bahía de Anakena, al norte de la isla, con sus balsas provenientes de allí donde se pone el sol. Con los nuevos datos recopilados a partir de los primeros asentamientos de la isla, cada vez se apunta más a que los primeros pobladores debieron venir del conjunto de archipiélagos de las "cercanas" 
islas Marquesas y no de las costas sudamericanas. 
De esta forma, al contrario de lo que se creía en un principio -muchos recordamos los increíbles relatos de Thor Heyerdahl en sus famosas obras Aku Aku y el viaje de la Kon Tiki- la isla de Pascua fue colonizada por los polinesios en una época relativamente tardía. Las dataciones actuales permiten asegurar que entre el año 800 y 1000 AD un pequeño grupo de navegantes polinesios se asentó en la isla que, en poco más de 1.000 años de historia, dieron lugar a la más extraordinaria manifestación prehistórica de toda Polinesia.
Durante este tiempo, los rapanui desarrollaron una compleja estructura social distribuida en distintas tribus que ocupaban la isla en poblados estables delimitados por hitos geográficos que se extendían desde el mar hacia el interior de la isla. Así, la leyenda comenta que es por esta razón por la que los altares (ahu) de los moais miran hacia su pueblo y no hacia el mar. Son innumerables los restos arqueológicos que se encuentran en todo el territorio. Desde los magníficos paneles de petroglifos de la ciudad ceremonial de Orongo, las curiosas casas elípticas (hare paenga) junto a los gallineros (hare moa) y los hogares (hare umu) relacionados con las ocupaciones humanas, hasta las cuevas subterráneas utilizadas como refugio (ana kionga). 
Sin embargo, todo este desarrollo cultural se vio bruscamente interrumpido en un momento de la historia. Las dataciones absolutas -realizas mediante el método de la hidratación de los innumerables restos de obsidiana trabajada que hay por doquier en la isla- muestran que en un determinado momento hubo una brusca parada en la actividad y por lo tanto en el crecimiento de la población rapanui. 
A partir de un grupo inicial de menos de un centenar de colonizadores, la población aumentó de manera exponencial hasta unos 15.000 habitantes en el siglo XVII (100 hab/km2). Al mismo tiempo que aumentaba la complejidad social, también se acrecentó su fragilidad, dada la presión sobre los escasos y cada vez más limitados recursos naturales. Es entonces, justo antes de la venida de los europeos, cuando la sociedad rapanui inicia una profunda crisis traducida en una cruenta guerra, destrucción de sus altares, derribamiento de los moais y abandono de las canteras donde se esculpían. 
Tras este trágico periodo, la población descendió hasta escasamente unas 2.000 personas. La llegada de los europeos avivó el proceso de desaparición de la cultura rapanui, mediante el contagio de enfermedades y el terrible uso esclavista de sus habitantes durante el siglo XIX. La población continuó mermando hasta quedar escasamente en un centenar de personas en el año 1870. Es una paradoja de la evolución social: los supervivientes de la Isla de Pascua quedaron prácticamente reducidos a la misma población que colonizó la isla, hacía entonces unos 1.000 años de la llegada de su rey Hotu Matua.

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