Más de 800 rocieros, 350 caballos y unas 40 carretas realizaron ayer domingo el camino entre las arenas que discurren entre la Iglesia de Guardias Viejas y Almerimar. Un año más ataviados con los trajes típicos y acompañados del tradicional sonido del tamboril, la flauta y el cante en honor a la Virgen del Rocío. Ha sido un camino sentido, lleno de fe en el que no faltaron las palmas, los ‘oles’ y los ¡Vivas! a la Reina de las Marismas.
La romería arrancaba a las seis de la tarde con una misa rociera en Guardias Viejas, cuya Iglesia acogía a familias enteras de peregrinos dispuestos a impregnar la costa y las playas de ese sentir tan profundo y arraigado a la Virgen del Rocío que existe en el municipio que cuenta con casi 3.000 rocieros.
A su paso por las playas de Almerimar la romería dejaba una imagen cuanto menos curiosa de turistas, bañistas y visitantes entremezclándose y compartiendo esta devoción.
Devoción y convivencia
Pero el momento más álgido ha tenido lugar en la Iglesia Sagrada Familia de Almerimar, donde cientos de personas esperaban la llegada de las carretas que portaba el sin pecado. Allí la emoción se dejaba sentir en la ofrenda de flores que los peregrinos han realizado.
Tras ello los peregrinos volverían al camino para dirigirse a la playa de Poniente dónde se ha realizado la convivencia. Un multitudinario rezo del rosario a las doce de la noche que pondría el punto y final a los actos religiosos y a la romería en sí.
