Lapido, cuestión de familia

Lapido, cuestión de familia

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Popi González, Víctor Sánchez, Lapido y Raúl Bernal en el Apolo.

En esto de la música, Granada tiene mucho que decir. Esa ciudad universitaria y monumental ha sido cuna de grandes poetas, qué decir de Federico García Lorca o de Luis García García Montero; poetas que armados con sus palabras son capaces de atravesar cualquier barrera. Y en granada también hay otro tipo de poetas, los que además de la palabra se hacen acompañar de una Gibson, categoría en la que entra José Ignacio Lapido, que anoche ofreció un concierto en el que dio cabida a todas esas canciones que habitualmente no forman parte de su repertorio en directo.

José Ignacio Lapido, maestro para muchos, lleva casi treinta años en la música. Desde que hizo sus primeros acordes en el ya mítico ‘Fuego en mi oficina’ (091), el músico granadino ha tenido claro que el rock era su campo de batalla: una guitarra como arma y sus letras como bandera.

Hablar de José Ignacio Lapido es hacerlo de la historia del rock de este país. Sus canciones, tanto con 091 como en solitario, han marcado la senda de un rock serio, sobrio y a veces comprometido. Un compromiso que parte de lo personal y se extiende al resto, hacia los que dirige sus lamentos de perdedor, figura más que manida en el mundo de la música, pero que mantiene su vigencia como el primer día.

Y referirse a José Ignacio Lapido también es hacerlo a su familia, a las familias granadinas que han marcado la música de esa cuidad, y por ende la de muchas bandas de toda la geografía española. Hablamos de los Lapido, presentes en 091, Lagartija Nick o Grupo de Expertos Sol y Nieve; o los Arias, Antonio y Jesús, que lideran proyectos como Lagartina Nick, los ya extintos y resucitados TNT o los novísimos Quasar, último proyecto en el que se ha embarcado Jesús Arias y su inseparable Ángel Doblas (TNT).

Las familias es lo que tienen, que no se eligen. Si uno nace en una casa llena de rockeros, no le queda más remedio que empuñar la guitarra y ponerse a componer; igual que le ocurre a los hijos de los médicos o de los arquitectos.

Pues una demostración de familia y tradición rockera es lo que presentó anoche Lapido y toda su banda en el Teatro Apolo. Un concierto semiacústico, en el que el músico granadino dio cabida a temas que habitualmente no forman parte de su repertorio de directo.

Anoche se encontró a un Lapido sobrio, a veces distante, concentrado en su misión de arreglar el mundo armado sólo con su inseparable Gibson acústica y con la compañía que le hacían tres grandes músicos de la escena granadina como Víctor Sánchez (DelAyo), Raúl Bernal (Jean Paul) y el también de ilustre familia Popi González, hijo de Alfonso González, batería y voz de Los Ángeles, que lideró los efímeros Manía Stereo.

El Teatro Apolo fue el escenario donde José Ignacio Lapido repasó grandes temas de su carrera en solitario y donde dejó lugar para tres temas de 091, la banda que marcó su vida y que, como el mismo Lapido reconoció, será «objeto de estudio de arqueólogos musicales dentro de muchos años».

Cerca de dos horas de concierto semiacústico, en el que José Ignacio Lapido dejó momentos que el público que casi llenaba la sala tardará en olvidar. No todos los días se ve a uno de los grandes.

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