El milagro en la mesa

El milagro en la mesa

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La preocupación por la alimentación y la salud ha desembocado en que las marcas presenten algunos de sus productos como auténticos milagros, aunque tengan las mismas propiedades que los ‘normales’ y mucho más caros. Son muchos los consumidores engañados y los profesionales que alertan ante estos ‘milagros’ de la biotecnología, en un campo donde la seguridad es fundamental.

Alimentos bio, suplementos vitamínicos, productos biosaludables o que previenen enfermedades. La sociedad actual está cada vez más preocupada por la salud y la calidad de los alimentos que consume, una preocupación que ha llevado a tales extremos que se les exige a los alimentos una serie de propiedades ‘mágicas’ con las que mejorar la salud. Esta preocupación ha sido escuchada por las marcas, que han sabido transformar el deseo de avanzar en bienestar en un lucrativo negocio, cuyos beneficios son inversamente proporcionales al conocimiento que la población tiene sobre la materia. Han conseguido implantar en el mercado y en los hábitos de consumo una serie de productos cuyos beneficios para la salud no ha conseguido demostrar ningún estudio científico serio; y lo mejor de todo, han convertido a estos alimentos funcionales en una necesidad, en productos con los que muchas personas creen superar los problemas de salud asociados al estilo de vida actual, en el que todo son prisas, se come bastante mal y el ejercicio físico brilla por su ausencia. Los productos funcionales son una muestra más de la cultura del mínimo esfuerzo que se han colado en las casas de muchas personas, casi sin llamar.

Y es que, una vez superado el reto de alimentar a la población, algo que por desgracia no ocurre en todas las partes del mundo, las sociedades occidentales se preocupan por la calidad de lo que comen. Los consumidores no sólo demandan productos que sacien sus necesidades vitales, sino que también exigen alimentos con propiedades especiales, capaces de mejorar la salud y el bienestar de los consumidores. Sin embargo, esto no siempre es posible y se presta bastante al engaño.

Cierto es que hay alimentos que son auténticos remedios contra algunos males; de sobra conocidas son las propiedades del aceite de oliva o del pescado para hacer frente al colesterol, por ejemplo; o el caso de los ajos, que también intervienen en la mejora de la circulación sanguínea. Lo que no es tan cierto es que algunos productos desarrollados por las multinacionales alimentarias sean capaces de generar todos los beneficios que anuncian en su publicidad. Lácteos que mejoran la flora intestinal y ayudan a ir al baño; leche de vaca con un aporte extra de calcio; o la soja, presente últimamente en otros tantos productos y cuyos beneficios están aún por comprobar.

Todos estos prodigios de la ciencia de los alimentos, según se afirma en los anuncios publicitarios, ayudan a llevar una vida más sana y prevenir una serie de enfermedades relacionadas, en su mayoría, con el ritmo de vida marcado en la sociedad actual. Sin embargo, lejos de ser productos milagro, se trata de alimentos que no producen esos efectos beneficiosos para la salud y que son bastante más caros que los de sus compañeros de gama. Son productos que algunos expertos han llegado a comparar con los crecepelos y fórmulas mágicas que se vendían en las plazas de los pueblos a principios del siglo XX.

El jefe de Nutrición del Hospital Torrecárdenas, Francisco Moreno, es muy crítico con las prácticas que emplean estas multinacionales en su publicidad. Cree que una de las claves para entender cómo se produce esta situación radica en la “falta de educación nutricional”, que lleva a que los consumidores se encuentren indefensos ante ese tipo de mensajes publicitarios que, en la mayoría de los casos, recurren a expresiones científicas con la idea de otorgar más seriedad a su comunicación con los clientes.

Todos estos productos se aprovechan del cambio en los hábitos alimenticios. La hora de la comida ya no es un tiempo de reunión con la familia, sino que las prisas lo han alterado todo. Esto induce a consumir cada vez más productos preparados y a apostar por comidas rápidas, en lugar de los alimentos que tradicionalmente han integrado la tan valorada dieta mediterránea. Este hecho es muy significativo, ya que, como explica Francisco Moreno, en la dieta mediterránea tienen cabida todos tipo de alimentos, de forma que se trata de una manera de alimentarse muy equilibrada. No se trata de una dieta que cura, como explica el director de Nutrición de Torrecárdenas, sino de una práctica preventiva en salud, por la riqueza y la variedad del tipo de alimentos que la componen.

Ante las nuevas formas de comer y los problemas que surgen asociados, las marcas multinacionales han desarrollado estos productos, para los que suelen seguir una pauta determinada. El primer paso consiste en detectar un mal al que hacer frente, que puede ser el colesterol, el exceso de grasa, la hipertensión , la diabetes…; en un segundo paso, las marcas hacen una llamada de alarma, en la que alertan de los riesgos que sufren las personas si no toman medidas; a continuación viene la solución, en forma de alimento funcional, capaz de luchar de forma activa contra estos problemas de salud. Es una práctica que repiten todos los mensajes publicitarios, un esquema que funciona y contra el que los consumidores se encuentran en una posición de inferioridad, ya que muchas veces se sienten intimidados ante lo que ven o abrumados por el lenguaje pseudocientífico que se emplea en la publicidad que, más que ayudar, suele confundir para incitar al consumo de estos productos funcionales, mucho más caros que los habituales.

Las marcas hacen alarde de perspicacia y dirigen sus productos a problemas muy comunes en la sociedad. Uno de ellos es la osteoporosis, con la que se disminuye la cantidad de minerales en los huesos. Ahora hay muchos productos en el mercado para luchar esta enfermedad, explica Francisco Moreno, que no sirven para nada. Se trata de leches y otros productos lácteos con una dosis extra de calcio, sin embargo, el aporte adicional no funciona en el organismo, ya que los huesos sólo son capaces de asimilar una cantidad inferior a la que presentan estos alimentos funcionales, así que el resultado que producen en el organismo es prácticamente el mismo que un vaso de leche normal. En estos casos, Francisco Moreno recomienda una fórmula tan sencilla como el hecho de aumentar la cantidad de lácteos que se toman al día, una medida sencilla y barata.

Y es que, como critica este profesional de la sanidad, “la salud no se puede comprar con dinero”, como hacen creer las marcas. El bienestar y la salud se alcanza con una dieta equilibrada, en la que estén presentes todas las familias de alimentos, y con la práctica regular de ejercicio. No hay soluciones milagro, explica el facultativo, que reclama más educación en salud y nutrición, para que los consumidores puedan hacer frente a estos mensajes engañosos que concienzudamente elaboran las multinacionales de la alimentación.

Del mismo modo ocurre que la información nutricional que incorporan las etiquetas de los alimentos resulta, en muchos casos, ininteligible para la mayoría de la población, debido a que la educación nutricional jamás se ha tomado en serio y lo que se veía en la escuela no se hacía con la suficiente profundidad como para asentar ese conocimiento. “Estamos hablando de que la educación en nutrición debería formar parte de la cultura general”, explica este profesional de la salud, sin embargo esto no ocurre y, en muchos casos se limita sólo a la pirámide de los alimentos que luce en la puerta de los frigoríficos de muchos hogares.

Estas prácticas quedarán restringidas a partir del próximo mes de diciembre, cuando entrará en vigor una normativa europea que prohibirá los mensajes publicitarios que no se correspondan con la realidad y que afectará a la mayoría de los productos que se anuncian de esta manera. Lemas como “reduce el colesterol”, “favorece el crecimiento” o “renueva el ADN de tu piel” sólo podrán utilizarlos los productos que realmente provoquen esos efectos en el organismo, después de las comprobaciones que ha realizado la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria que, en un principio, ha autorizado unas 200 alegaciones de un total de 44.000 recibidas de todos los estados pertenecientes a la Unión Europea.

Una vez aprobada la normativa, las marcas tendrán que eliminar los mensajes publicitarios asociados a sus productos ‘milagro’, tendrán que sustituirlos por otros en los que se indique las vitaminas o minerales que incorporan y vender los beneficios de estos componentes, ensalzar sus beneficios para la salud, con mensajes mucho más concretos que, por ejemplo, el conocido “ayuda a tus defensas” que acompaña a unos productos lácteos de sobra conocidos por todos.

Esta normativa entra de lleno en la defensa de los consumidores, muy preocupados por lo que comen; pero también entra a incrementar la seguridad de los alimentos que cada día nos llevamos a la boca, algo en lo que Almería es un referente, al ser la provincia europea con mayor concentración de laboratorios de seguridad alimentaria y donde más se ha avanzado en el control que se ejerce sobre los productos agroalimentarios. De hecho, la Universidad de Almería figura como uno de los puntos de mayor interés para la industria relacionada con la seguridad alimentaria, ya que en sus laboratorios han nacido muchas de las técnicas de detección de productos perniciosos que muchas veces se ‘cuelan’ en los alimentos, como la desarrollada en las últimas fechas por un grupo de investigadores dirigidos por Antonia Garrido Frenich, y que recientemente publicaba la revista internacional Food Chemistry. Esta nueva técnica ha llegado a revolucionar los métodos que hasta ahora se utilizaban para analizar alimentos.

La investigación de este grupo de la Universidad de Almería se enmarca en un proyecto mucho más amplio, financiado por la Unión Europea, a través de fondos FEDER, con el que se pretende avanzar en seguridad alimentaria, a través del desarrollo de una serie de herramientas más potentes para luchar contra los agentes patógenos presentes en los alimentos. En este primer trabajo enmarcado en un proyecto mucho más amplio, los investigadores almerienses han trabajado para detectar plaguicidas y fármacos presentes en alimentos de origen animal como miel, carne, leche y piensos.

Antonia Garrido Frenich y su equipo han desarrollado una técnica que, mediante estudios cromatográficos y de espectrometría de masas, es capaz de detectar trazas que otros métodos no son capaces de encontrar, y en un tiempo récord, ya que sólo necesitan nueve minutos para tener un informe muy detallado de los elementos hallados en los productos alimenticios analizados, frente a los 50 que precisan otras formas menos efectivas. El principal avance que ha aportado la técnica es el hecho de ser un proceso multiresiduo, es decir, es capaz de detectar fármacos por familias, algo que también le aporta una “mucha fiabilidad”, que se apoya en el hecho de que con esta técnica se pueden detectar presencias muy bajas de este tipo de productos. “Con nuestro trabajo aspiramos a contribuir a la resolución de problemas con los alimentos, contribuir a satisfacer la necesidad de aumentar la seguridad alimentaria”, explica Antonia Garrido Ferrich.

En este primer trabajo, los investigadores almerienses se centraron una veintena de fármacos de diferentes familias, para comprobar la eficacia de su método, y los buscaron en productos altamente controlados, como las leches en polvo y los alimentos elaborados para bebés, es decir, los comúnmente conocidos como potitos. Esta técnica les ha permitido detectar trazas de antibióticos como la tilmicosina o antiparasitarios como el levamisol, medicamentos que se suministran al ganado para evitar enfermedades. A pesar del hallazgo, los investigadores han explicado que no hay motivos para la alarma, ya que el hecho de que se hayan encontrado estas trazas responde a que el método empleado en el análisis es muy avanzado, no tanto que haya un volumen preocupante de estas sustancias en los alimentos, ya que con esa ínfima presencia no tienen ningún efecto negativo sobre la salud de los bebés. Eso sí, estos productos en mayores cantidades pueden desembocar en reacciones alérgicas, resistencia a antibióticos y otros problemas para la salud de los bebés.

En cualquier caso, el hallazgo de estas trazas ha despertado mucho interés entre la población, que ha podido comprobar cómo en muchas ocasiones no sabe exactamente qué se está llevando a la boca, y surgen dudas también en cuanto a la necesidad de utilizar estos productos en animales. Sin embargo, en este sentido, Antonia Garrido es tajante y explica que el uso de fármacos en los animales es totalmente necesario, entre otras cosas, por la propia seguridad alimentaria. “No querer reconocerlo no sé dónde nos llevaría y lo importante es que se empleen productos autorizados, que se ajusten a la normativa vigente”.

En cualquier caso, todavía no hay una normativa sobre la cantidad de trazas en carnes, de ahí que la práctica sea erradicar cualquier presencia de estos elementos. La técnica desarrollada en Almería obligará a revisar los métodos para eliminar estos residuos de medicamentos.

Seguridad alimentaria y salud están cada vez más presentes en la sociedad actual, que necesita más información para estar alerta ante mensajes engañosos de las multinacionales de la alimentación y no dejarse llevar por falsas alarmas creadas por medios de comunicación o grupos de interés. En Almería se han sufrido varias, de todos depende que no se repitan.

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