La alimentación y el ejercicio físico podrían modificar la probabilidad de desarrollar la enfermedad de Alzheimer, según se desprende de un estudio realizado por la Universidad Pablo de Olavide.
El profesor de la Universidad Pablo de Olavide y director del Laboratorio de Neurociencia Funcional de esta universidad, José Luis Cantero Lorente, afirma que es posible combatir el Alzheimer incorporando a nuestras vidas hábitos saludables, según se desprende de sus investigaciones centradas en la prevención y diagnóstico temprano de esta enfermedad, unos estudios esperanzadores que podrían significar el retraso de la evolución de esta enfermedad en personas mayores en alto riesgo de padecerla.
Como explica el profesor Cantero, “la idea que empieza a emerger después de décadas de estudio es que diferentes hábitos de vida, como la alimentación y el ejercicio físico, podrían modificar la probabilidad de desarrollar la enfermedad de Alzheimer. Hoy sabemos que las personas mayores con problemas leves de memoria tienen una dieta caracterizada por déficits en vitamina B y C, y ácidos grasos poliinsaturados Omega-3, además de tener una menor adherencia a la dieta mediterránea. También observamos que las personas mayores con altos niveles de colesterol y de triglicéridos presentan lesiones cerebrales similares a la de los pacientes con enfermedad de Alzheimer. Por lo tanto, se trataría de combatir esta enfermedad desde un paradigma diferente, desde la prevención, mediante el fomento de hábitos de vida saludable a partir de los 50 años, o incluso antes. Esto implicaría un cambio en el sistema sanitario, que nos llevaría a centrarnos en la prevención y en la “medicina personalizada”, que resultará mucho más rentable a medio-largo plazo”.
Y es que la enfermedad de Alzheimer comienza a gestarse en el cerebro décadas antes de su diagnóstico clínico. Por ello, el grupo de investigación dirigido por José Luis Cantero trabaja en la detección precoz de esta enfermedad mediante la combinación de marcadores cognitivos, biológicos, electrofisiológicos y de imagen cerebral. En último extremo, estos investigadores de la Universidad Pablo de Olavide tratan de obtener marcadores que permitan detectar aquellas personas en riesgo de padecer esta enfermedad con unos años de antelación. “Esto permitirá avanzar no solo en su diagnóstico precoz sino también empezar a soñar con su prevención y con el desarrollo de terapias tempranas efectivas”, afirma Cantero.
José Luis Cantero explica que existe una amplia gama de técnicas que indican cómo evoluciona el envejecimiento en el cerebro, y si esta evolución se acerca a la normalidad o, por el contrario, está alterada por lesiones neurodegenerativas. Por ello, las técnicas de imagen cerebral en combinación con otros marcadores biológicos y cognitivos han supuesto una revolución sin precedentes en este campo. Los estudios del Laboratorio de Neurociencia Funcional de la UPO emplean estos marcadores casi una década antes de que se pudiera producir el diagnóstico de la enfermedad de Alzheimer en personas mayores con problemas de memoria. “Les hacemos un seguimiento anual y así obtenemos una película en tiempo real de lo que va ocurriendo en su cerebro, hasta que algunos acaban siendo diagnosticados con la enfermedad”, afirma Cantero.
Estos investigadores estudian la fase presintomática y prodrómica de la enfermedad, que es cuando una persona mayor, o su familia, nota que los problemas de memoria son cada vez más frecuentes y empiezan a preocupar. Los participantes en estas investigaciones proceden de centros de mayores de diferentes ayuntamientos de la provincia de Sevilla, aulas de mayores, como el aula de la UPO, o de diferentes hospitales o clínicas privadas de Sevilla. “Se les informa tanto a ellos como a sus familiares de los experimentos que estamos llevando a cabo y pasan por un exhaustivo examen neurológico, radiológico y neuropsicológico antes de entrar en el estudio, lo que nos permite confirmar que ese deterioro cognitivo no está causado por enfermedades ajenas al envejecimiento sino que muy probablemente tenga que ver con lesiones neurodegenerativas tempranas”, explica José Luis Cantero.
Alteraciones del sueño
La pérdida de memoria no es el único síntoma que ocurre en los años previos al diagnóstico clínico de la enfermedad, los problemas de sueño son otro aspecto relevante a tener en cuenta. Los experimentos llevados a cabo por el Laboratorio de Neurociencia Funcional de la UPO muestran que las personas mayores con deterioro cognitivo leve, es decir, de 3 a 5 años antes de que se produzca el diagnóstico clínico de la enfermedad de Alzheimer, tienen un sueño más fragmentado y menos cantidad de sueño REM, aspectos que se ven agravados en las personas mayores con deterioro cognitivo que, además, tienen un riesgo genético de padecer Alzheimer.
“Estas evidencias ya eran conocidas en los pacientes con Alzheimer, pero el hecho que las hayamos podido determinar años antes del diagnóstico abre nuevas vías de investigación muy prometedoras. Además, los estudios con modelos animales apuntan en la misma dirección: existe una relación entre la presencia de las primeras placas seniles y la aparición de las alteraciones del sueño. Necesitamos realizar más experimentos para entender mejor esta relación y determinar cómo incide en la evolución de la enfermedad”, explica el profesor Cantero.