Escribí Almasul (leyenda de Al-Andalus) durante siete años. En realidad, la primera versión de la obra, que obtuvo el Premio Hermanos Machado del Ayuntamiento de Sevilla, se llamaba Almasul y la flauta de plata. En aquellla primera esritura, el tono, los personajes y las situaciones aún compatiendo el mismo aruguento, estaban más cerca del cuanto popular que del mito. Sin embargo, a pesar del premio y su publicación, no estaba satisfecho. Conversé con algún ddirector de renombre y me hizo comprender que ha´bioa algunso aspectos que podían ser desarrollados. la verdad es que el proyecto daba para mucho y yo no me sentía satisfecho, así que la volvía a escribir. Entera, de arriba abajo. El resultado fue esta versión que se estrena (aunque no en su totalidad) en la Alcazaba de Almería y que supera con mucho a la anterior.
Mi propósito al escribirla, en ambos casos, era llevar al escenario, sin pretensiones historicistas, además de un lenguaje perfumado por la posía arábico-andaluza, en muchos cassos imposible de traducir, algo de lo que pudo suponer Al- Andalus como territorio de integración de las culturas judía, cristiana yu musulmana, en una época, finales de los ochenta y principios de los noventa, en que el integrismo musulmán comenzó a mostrar un rostro violento y desconocido para nosotros, que tras el 11 S y el 11 M no necesita mayor explicación. Pero también quería hablar de otros fanatismos, como el sionista o el que representan hoy en día algunos sectores de las iglesias cristianas, que ven en Irak, Afganistán, Líbano o Plestina, los territorios de las nuevas Cruzadas.
En definitiva, frente al fanatismo y la intolerancia, venga de donde venga, sirva esta imaginaria leyenda como ejercicio de nostalgia de lo que Al-Andalus pudo ser como símbolo de intercambio y convivencia entre las tres culturas que mil años después nos han convertido en lo que somos.
Antonio Onetti.
