091, veinte años no son nada

091, veinte años no son nada

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091 en el Maestro Padilla.
091 en el Maestro Padilla.

091 mantiene su energía sobre el escenario veinte años después de su ya mítico último concierto. La banda granadina, en plena gira de resurrección, llegó el viernes al Auditorio Maestro de Almería para ofrecer un directo lleno de energía. Sus seguidores, que habían agotado las entradas días antes, tan contentos porque vieron renacida a una banda de las consideradas ‘de culto’.

Una entrega total que fue recíproca sobre las tablas del escenario por parte del quinteto. El mismo que registró aquel concierto revivido tantas vences. Los dos de Maracena. José Ignacio Lapido y Víctor Lapido a las guitarras, Tacho González a la batería, Jacinto Ríos al bajo y José Antonio García a la voz.

Y, sin prisa, pero sin pausa, se marcaron 26 canciones en poco más de dos horas. Con precisión maquinal, como si no llevaran 20 años sin tocar juntos. Siempre con una leve distancia de elevación en la puesta en escena, con una sobriedad tanto en las formas como en lo material (solo el empeine blanco y el cinturón metálico de José Antonio daban el contrapunto), y con escasa comunicación entre el quinteto, la banda hizo lo que verdaderamente era lo importante, interpretar a la perfección las sólidas y certeras canciones que pueblan sus siete discos de estudio.

Expresivo y gráfico en los rasgueos rítmicos y de precisión milimétrica en los solos que pueblan todas las canciones con su Gibson SG, Lapido demostró por qué es uno de los grandes, por más que el gran público considere difícil su carrera en solitario. Su hermano, Víctor, tuvo un papel más comedido, si bien bordaría alguno de los solos de temas insignias de la banda como ‘La Vida Qué Mala Es’ o ‘La Noche Que La Luna Salió Tarde’. Mucho más discretos Tacho González y Jacinto Ríos, pero importantes, dando el necesario confort de seguridad a la banda en la que José Antonio sigue manteniendo esa identidad macarrónica tan acusada.

Arrancaron a la vieja usanza, con la instrumental ‘Palo Cortao’ que se enlazó en plena rampa de lanzamiento con la hedonista ‘Zapatos de Piel de Caimán’ que dejó claro al público que aquel concierto no iba a ser para estar sentado. Así se sucedieron el blues de cariz stoniano ‘Debajo De Las Piedras’, ‘El Lado Oscuro de las Cosas’ donde brilló el lumínico solo doblado de los hermanos Lapido, el medio tiempo ‘Tormentas Imaginarias’ y ese reconocimiento encubierto a Iggy Pop que es la andariega ‘Nada Es Real’, o con la compacta y de estribillo aprehensible ‘En El Laberinto’, con esa percusión metálica tan característica. Las sonrisas del patio de butacas y el anfiteatro no cesaban. Era cierto. Los estaban viendo y los gritos de “Cero, Cero” se repetían cada dos temas. Antes del primer descanso rítmico, aún descerrajaron ‘Huellas’, de virulento fraseo marcado y adictivo.

La poesía terrenal de ‘Nubes Con Forma De Pistola’ ofreció el primer momento de querencia acústica, para continuar con las referencias literarias veladas de ‘Este Es Nuestro Tiempo’ y, antes, ‘Para Impresionarte’, con esa retranca irónica en la conquista amatoria. ‘La Noche Que La Luna Salió’ tarde se presentó hermosa, con su engarce de melodías vocales y de guitarras tan directas, que parecía que el tiempo no había pasado. Gran cuidado en las luces, azules en esta ocasión, como lo serían moradas para ese medio tiempo coral llamado ‘Un Cielo Color Vino’, más adelante. Entre ambas, un nuevo empujón de adrenalina con tres canciones que nos sumergían en la segunda parte del concierto: la aguerrida ‘Otros Como Yo’, la intensa ‘En La Calle’ o ese malditismo recalcitrante de ‘Sigue Estando Dios de Nuestro Lado’.

Escalada final

El tramo final continuó con ‘Un Camino Equivocado’, con esa aura encantadora a narración pastoral, para desembocar en la traca de singles insustituibles, ‘Cementerio de Automóviles’, ruda, el riff inconfundible vitoreado de ‘La Torre De La Vela’ y, cómo no, ‘Qué Fue Del Siglo XX’ y su pulsión generacional. Tras el primer descanso, los dos buques insignias de la banda, García y Lapido se plantaron solos en escena para sublimar ‘La Canción del Espantapájaros’. El saludo final de reconocimiento y las palabras “el maestro Lapido” de García fueron el único guiño de complicidad de la velada.

La accesibilidad popera de ‘Esta Noche’ fue la siguiente canción en corearse en las gargantas, conocedoras de que la magia llegaba al fin. Por suerte recuperaron ‘Mi Sombra y Yo’, habitualmente en la primera parte del repertorio, de nuevo enérgica con las guitarras dobladas. ‘La Calle Del Viento’ ofrecía después el segundo final.

Aún quedaría otro más, porque 091 no hizo ahorro en esfuerzos y la entrega fue encomiable. La balada catártica ‘Como Acaban Los Sueños’ y esa fusión de AC/DC y ‘Sympathy For The Devil’ de The Rolling Stones, maracas incluidas, que es ‘La Vida Qué Mala Es’, prolongada para que el público se sintiera dentro de la canción y se marchara con el recuerdo caliente en los ojos, oídos y gargantas de poder haber visto a Los Cero.

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