Yo soy de una familia de Pescadería-La Chanca de Almería que tiene el olor a mar incrustado en la pituitaria, la única que queda que conserva la tradición en estas fechas tan «señalaítas» de la navidad (24 y 31 de diciembre), de reunirse al medio día para celebrar la vida alrededor de una botella de vino y un plato de «lo que haya». El leitmotiv de la reunión son los cantes de Balerma y de Carboneras, alguno hay de Viator y siempre se salpican con un montón de chascarrillos musitados que en su natural picaresca invitan a la sonrisa fácil.
Mi padre me hablaba de las reuniones que vivió con su padre, pero yo recuerdo reuniones de más de 40 hombres cantando a la vez lo de la «Tía roquetera camina pá Adra» que hacían temblar edificios. Eran voces rudas, de mar y tabaco, flamencas a rabiar, porque eran de alma flamenca y de planta sufrida. La otra noche me decía el gerente del Kiosko Amalia, donde íbamos a tomar «americanos» como remate antes de marchar cada uno para su casa a cenar con el resto de la familia, que la primera vez que vio esa reunión se quedó absolutamente impresionado, y que a partir de ahí, esperaba ese momento del año con verdadera expectación.
En el 2009 me decía el gerente de un restaurante de San José que un día 31 de hacía quince años entró en el Bahía de Palma, uno de los sitios que acogía esa reunión, y encontró a más de 30 personas, pertenecientes a tres generaciones, cantando a la vez los villancicos de Balerma, y que fue una de las cosas que más le había impresionado en su vida.
Mi padre, sus hermanos, sus primos, sus amigos, y muchos de los hijos de todos y cada uno de ellos, teníamos una cita ineludible el día 24 y el día 31, que se iniciaba en la búsqueda para encontrarse sobre las 12 del mediodía, a las 13:00 horas se empezaban a fraguar los primeros cantes; después llegaban los cantes de Balerma, más tarde los cantes de cuadrilla del «pueblecico», del que todos remanecían, nos adentrábamos en lo profundo de los romances de allí; y a eso de las seis de la tarde se cantaba por soleá; nos enquistábamos en la seguiriya y en el fin de fiesta saltaban las creaciones de Morente entre cantes del Piyayo, fandangos de Caracol y las cosas del Pinto.
Ahora quedamos un puñado de primos mal contados sabiendo que esta es una batalla perdida, pero le advierto que mis palabras no son fruto de la nostalgia por un tiempo pasado, sino el sentimiento de la ausencia de los que ya no están. Así los recordamos y nos disfrutamos.
¡Feliz año 2015!