“Esta noche hay buen cartel”, comentaba una espectadora antes de que diera comienzo el espectáculo. Sobre las tablas de La Guajira pasaron la pasada noche el bailaor almeriense más reconocido, Julio Ruiz, y la bailaora granadina Cristina Aguilera, acompañados por las voces de los hermanos García, Eduardo y Antonio, y el toque de Eduardo Aguilera (El Sosio). Era miércoles flamenco en la Asociación de la calle Cruces Bajas, una noche de embrujo.
A las 22.00h dará comienzo el espectáculo y entre bastidores ambiente de camaradería. Pongamos que los bailaores son amigos y han bailado juntos en el espectáculo Fui Piedra de la reconocida bailaora Fuensanta La Moneta. Desde fuera se escucha el zapateado y dentro los últimos retoques. A sus 25 años Aguilera puede presumir de currículo y bagaje, considera el flamenco como su forma de expresión, su lenguaje y en su cuenta de Instagram reseña: “¿para qué vivir si no es bailando?”. Ruiz cuenta con 23 años y es uno de los bailaores con más peso de la provincia, ha trabajado con La Fura dels Baus y su debut en 2015 con Retazos encandiló al Maestro Padilla. Actualmente los bailaores preparan un proyecto conjunto del que no quieren adelantar nada.
“Nosotros vamos a la guerra, somos espartanos del flamenco”, decía con gracia Eduardo García, uno de los cantaores, antes de salir al escenario. Porque en un tablao improvisan con el mismo respeto que lo harían en un teatro, así afrontan cada actuación, comentaban los artistas antes de salir a escena. La noche empezó por alegrías, todo el cuadro ante el público, los bailaores terminaron en un careo antes de romper el primer aplauso.
Y por tangos sonó la voz de Antonio García cuyo eco invitaba a cerrar los ojos y dejarse llevar. Cada hermano tiene su estilo pero las voces empastan perfectamente y se dan paso el uno al otro por pura intuición meciendo al público, acompañando a los bailaores de quienes están muy atentos, porque no es fácil seguir el ritmo de Cristina Aguilera cuanto más si el ambiente empieza a caldearse porque la está jaleando su amigos Julio Ruiz.
El final de la primera parte fue impactante, se prendió la chispa del flamenco y no faltaba madera. Ruiz dejó el protagonismo a Aguilera, quien se hizo con el escenario. Movió los hombros, se levantó la falda, dio unas pataditas y zapateó, se dio la vuelta y en un gestó paró a los músicos, en otra media vuelta los puso a cantar de nuevo. Pero cuando fue la hora de la despedida y lanzó dos besos al aire, Ruiz miró a Edu García para que siguiera dejándose la garganta. Los espectadores siguieron el compás de bulerías y se levantaron aplaudiendo para despedirla.
Un breve descanso que no ha sido suficiente para el cambio de vestuario y los retoques del moño, así que con mucho salero sentada en una esquinita del escenario la bailaora granadina termina de acicalarse y se pone en el pelo un clavel rojo que había quedado en el escenario después de semejante derroche de energía y talento. Primero un fandango de Huelga que dan la posibilidad de despuntar al guitarrista Eduardo Aguilera con una bonita falseta, a continuación Tientos es la hora de Julio Ruiz.
El bailaor roquetero entró en el escenario seguro, con mucho peso y por como se llevo a aquellos tientos a tangos podía intuirse su profesionalidad y dedicación. Ruiz dirigía una mirada profunda y llevaba unas manos fuertes, sus expresiones, su cuerpo, los movimientos de cintura, los brazos, el saber dar la espalda y tener al público en vilo…Una serie de factores que implicaban a los allí presentes, que movieron los cuerpos de las sillas e invitaron a las manos a tocar el compás de 4×4. Flamenco, lo que se dice flamenco, con alma, calor y cercanía.
Una noche flamenca que no quería terminar, se pusieron en pie los artistas e invitaron a subir al escenario al bailaor Toni Santiago, también quisieron tomar partes tres chicas de la escuela de Ana Alonso, Ana Guerrero (12 años), Sabina Rodríguez (17 años) y Suleima Fornieles (16 años). Guerrero le echó mucho arte y bailó con mucha gracia junto a Julio Ruiz que viendo como la pequeña se empoderaba del escenario le cedió todo el protagonismo, se metieron al público en el bolsillo, que para acabar la fiesta estaba en pie y formando parte del espectáculo. Hasta Eduardo García se arrancó a bailar, hacía la gracia, pero sacó el genio e hizo compás con el cuerpo y así se despidieron. Provocando un murmullo loco en el público que comentaba jubiloso el espectáculo.