‘Divisas’ es el título de una muestra que rinde «homenaje de admiración y gratitud» a las ganaderías de bravo. «Esto está ahí desde siempre, el toro es la base del espectáculo, pero pocas veces se repara en él para estas cosas. Por eso, desde el símbolo de sus colores, que es lo que identifica a las ganaderías, he querido plasmar el mensaje que nos trae cada una de ellas», apunta el torero.
La pintura de Palomo Linares, abstracta y creativa, es de mucha fuerza, personalidad y expresión, como fue también su toreo, aunque él va más allá en su definición: «Pretendo que las palabras se apoyen en los trazos, y que éstos sean firmes desde la dureza o la dulzura, según los casos; que los sentimientos vengan de las tonalidades, y el arcoiris de luces sea lo más amplio posible; y que las formas den cobijo a lo más inabarcable».
El artista explica sus cuadros tomando como eje al toro. Su expresión está detrás de cada obra, su nobleza, otras veces su agresividad, siempre en los diferentes contextos donde vive el bravo animal. Sus pinceles han estado por ahora en dieciséis divisas o ganaderías, pero de cara al futuro su idea es llegar a las más de trescientas y organizar una gran exposición al aire libre.
Hay también en la muestra ensayos de tauromaquia sobre aspectos y detalles muy concretos, como «el paseíllo» o «el toro que lleva toda la fiesta dentro», representado por la bota de vino y la música, el jolgorio cerca del ruedo, «que se da en muchos sitios y Pamplona lo proyecta como escenario universal». El toro en la penumbra, enchiquerado, antes de salir a la plaza. «Las oscuridades -cuenta Palomo- son algo inherente a este espectáculo, donde, todavía más lejos del triunfo, no hay que olvidar que también se rumian los miedos. El negro nos sitúa en otra realidad inherente al espectáculo», dice.
Palomo Linares es un artista integral, un creador original, que traslada a su obra plástica, de amplia concepción abstracta, no pocas de las esencias vividas del toreo, percibidas tanto en el vuelo de su espátula, concebida como un airoso capote, como en la presencia de los colores taurinos, sombra y sol, sangre y arena, plata y azabache, tratados con la alegría, la profundidad y la libertad de su talante como figura del toreo.
A Palomo Linares le avalan los éxitos de más de cincuenta exposiciones individuales por todo el mundo, fundamentalmente en España, la América taurina y Estados Unidos, y una docena de ferias internacionales de arte, desde el mismo año de su alternativa como matador de toros, en 1966, cuando decidió alternar los pinceles con el capote, la espada y la muleta.