Los primeros colonos. El germen del «milagro almeriense»

Los primeros colonos. El germen del «milagro almeriense»

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A mediados de los años 50 Almería experimentó una transformación agraria como nunca antes se había visto. La intervención del Instituto Nacional de Colonización permitió que en terrenos hostiles se asentasen miles de familias y sentasen las bases de lo que hoy conocemos por el “milagro Almería”. Zonas como los campos de Dalías, Níjar y los alrededores de Huércal Overa, sembraron los cimientos del desarrollo de una provincia que en 1954 ocupaba el último puesto en renta de España. Hasta el el 8 de mayo se puede ver en Diputación una exposición que recoge el trabajo que llevó a cabo el INC entre 1954 y 1968. La muestra recorrerá las localidades “colonizadas” a lo largo de 2009.

 

Almería es hoy una provincia con una brillante realidad económica definida con adjetivos claros y rotundos como “milagro verde”, “jardín de Europa” o “tierra de promisión”, quizás más acertados y con una mayor carga conceptual que “invernadero de Europa”. 

Esta nueva imagen provincial es fruto de una transformación radical realizada durante los últimos 50 años. De territorio árido en la periferia peninsular, ligado a adjetivos tales como marginación, miseria y emigración, ha pasado a convertirse en la actualidad en una provincia dinámica, con unas altas tasas de crecimiento y un brillante futuro.
Este “milagro económico” forjado en apenas tres o cuatro décadas, asombra a propios y foráneos, pero todos coinciden en su relación con la agricultura intensiva bajo plástico. La transformación del territorio se materializa visualmente en la imagen del “mar de plástico” que define las fotos aéreas del Campo de Níjar o el Poniente, visión sugerente pero también perturbadora, como reflejo de una alteración del paisaje.
Esta radical transformación ha creado el “modelo almeriense”, una alternativa de desarrollo económico y social para áreas deprimidas en zonas áridas, basado en una agricultura intensiva con una amplia base tecnológica. Los almerienses podemos sentirnos orgullosos de haber cambiado la ortodoxia económica, según la cual la industria y los servicios son las locomotoras del desarrollo económico.
¿Cuáles son las causas de tan radical transformación? ¿Cómo un espacio tan árido pero con una climatología excepcional pudo cambiar el horizonte económico? El fenómeno es complejo pero la realidad es que esta moderna producción agrícola permitió desde la década de los sesenta del siglo pasado un aluvión de población y la formación de un grupo social de pequeños propietarios que transformaron el campo almeriense.
Dentro de esta modernización económica jugó un papel fundamental como pionero el Instituto Nacional de Colonización, que durante la década de los cincuenta y sesenta del siglo pasado levantó en nuestra provincia 14 pueblos de colonización en tres áreas del territorio almeriense: Campo de Dalías, Campo de Níjar y Huércal Overa. Sus propuestas para mejorar la productividad agrícola mediante la búsqueda ansiosa de agua y la introducción de nuevas técnicas, fueron claves para entender ese “milagro almeriense” dentro de un esfuerzo colectivo de campesinos y colonos, que supieron aprovechar las ventajas y facilidades de la iniciativa pública.
Además, desde el punto de vista de la ordenación del territorio, esta colonización impulsada desde el régimen franquista se concretó en unas importantes obras de ingeniería para la dotación de regadíos y de equipamientos e infraestructuras, además de constituir unos proyectos de arquitectura para levantar viviendas para estos colonos, junto a dotaciones de iglesias y escuelas, que representan una aportación interesante y significativa en el panorama de la arquitectura contemporánea. La contribución y el proyecto de jóvenes arquitectos, en aquellos momentos, como José Luis Fernández del Amo, Alejandro de la Sota, José Antonio Corrales o Antonio Fernández Alba, por citar algunos de los más significativos, contribuyen a aportar un indudable valor añadido a estas actuaciones públicas.
La provincia de Almería tiene una deuda pendiente con esta arquitectura, sus autores y sus usuarios, los antiguos colonos. Ello nos crean la necesidad de investigar y difundir estos pueblos de colonización como elementos claves de la Almería contemporánea, y con ello los almerienses encontrarán más motivos para “mirar” los edificios, sus calles y plazas, como elementos fundamentales de la identidad cultural e histórica de esta provincia.
En ese sentido debemos reivindicar cómo estos poblados de colonización, su arquitectura y su urbanismo, forman parte inseparable de nuestro patrimonio histórico, definible como el conjunto de referencias culturales, materiales e inmateriales, heredadas del pasado o creadas en el presente, en donde una sociedad reconoce sus señas de identidad.
La agricultura intensiva y el modelo almeriense representan una tercera etapa de brillante desarrollo de nuestra tierra, tras el esplendor comercial del siglo XI con el puerto de Almería canalizando el comercio de Al-Andalus con el norte de África, o el siglo minero que representó el XIX, que acabó como una estrella efímera con la crisis de la Primera Guerra Mundial y dejando las secuelas de crisis y despoblación. Esta provincia no puede permitirse el fin de esta tercera etapa de esplendor económico pues nos jugamos demasiado para el futuro. De ahí la importancia de conocer esa memoria histórica reciente y sacar sus consecuencias.
El objeto de análisis, los pueblos de colonización, está formado por una arquitectura sencilla, cotidiana, carente de monumentalidad, pero que refleja perfectamente el devenir de la arquitectura española y andaluza contemporánea, de transición de las últimas manifestaciones historicistas hasta las vanguardias. Ello se expresa en los proyectos de jóvenes arquitectos, en aquellos momentos, para edificar estos poblados, que reflejan los nuevos derroteros o los titubeos de la nueva arquitectura española del momento.
Efectivamente podemos reconocer en estos pueblos la dualidad vanguardia y tradición, la renovación del movimiento moderno y las esencias tradicionales de la arquitectura popular, basada en volúmenes puros y una concepción global de la vivienda, incluyendo equipamientos complementarios ligados a las necesidades rurales.
Sus arquitectos proyectaron sencillas viviendas de una o dos plantas donde intentaban combinar un buen hacer constructivo basado en preocupaciones funcionales y racionalistas,  combinados con toques vernáculos.
Estos proyectos se han convertido en escenarios urbanos de la imagen representativa de la Almería reciente, pero que caminan a pasos agigantados a un proceso de despersonalización, transformación y destrucción casi irreversible, de forma que muchos de esos conjuntos han perdido su fisonomía e identidad original, y sólo el trazado y el viario, además de los edificios sociales y los equipamientos, recuerdan el proyecto original.
El proyecto se ha concebido de manera global e interdisciplinar en cuanto al análisis científico y documental de estos pueblos levantados en Almería, de manera que se combinara en la investigación la arquitectura, el arte, el urbanismo, la historia, la economía, la sociología, la geografía…, una visión diversa y rica que ampliara el horizonte del proyecto arquitectónico.
Todos estos condicionantes motivaron a los autores a presentar este proyecto de libro y exposición itinerante, con el apoyo entusiasta del Colegio Oficial de Arquitectos de Almería y la participación de la administración autonómica (Consejerías de Vivienda y Ordenación del Territorio, y de Agricultura y Pesca), provincial (Diputación de Almería) y local (Ayuntamientos de Huércal Overa, Níjar, Roquetas de Mar, El Ejido y Vícar), además del Colegio Oficial de Arquitectos Técnicos y Aparejadores de Almería y, por supuesto, Cajamar, “culpable” en gran parte de este desarrollo económico almeriense.
Detrás de todo este proyecto cultural está la idea de reforzar la autoestima almeriense y mostrar la capacidad de una sociedad, que supo superar las dificultades de un medio difícil para buscar un hueco en el desarrollo.
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