En estos días, han aparecido numerosos artículos que han recordado sus novelas, por ejemplo, pero que yo sepa nadie ha mencionado ‘Parábola del náufrago’ (1969). Y no se entiende esta ausencia, porque sin ella, se queda una importante laguna en la trayectoria literaria del escritor. Ese sentido de lo ‘extraño’ y de lo ‘diferente’ es lo que enaltece la figura del novelista, clasificado siempre en territorios literarios sumergidos en el medio rural y provincial castellano, que universaliza, desde la dimensión de una obra que no tiene límites fronterizos.
El hecho de que al escritor le haya acompañado el oficio de periodista (llegó a ser director de ‘El Norte de Castilla’) convierte algunos de sus libros en proyección de una narrativa desde la crónica o el reportaje (‘Los santos inocentes’, ‘Las ratas’, ‘El camino’, ‘Diario de un cazador’, ‘El disputado voto del señor Cayo’). Otras historias formulan el concepto de ensayo intimista (‘Cinco horas con Mario’) o la indagación en la historia (‘El hereje’). De todas maneras, habrá que sumergirse en el punto inicial, para desvelar la realidad literaria, fusión de realidad y ficción, que vendrá después, porque es posible que la intuición del autor, en su camino de iniciación, haya dejado pruebas de sus novelas futuras: ‘La sombra del ciprés es alargada’ (1947) siempre estará en la memoria. Y ahí aparece ‘Parábola del náufrago’, solitaria y desclasada. Al margen. Y sin embargo, los mundos de Delibes también están presentes en esta novela, aunque de otra manera.
En su día, con la aparición de ‘Parábola del náufrago’, en 1969, un año especial (un año después del mítico 68), Delibes cierra un argumento en un círculo continuo, sin capítulos, a veces sin signos de puntuación, eso sí con personajes (uno central, Jacinto, y su singular metamorfosis), reales y directos desde el entorno observado por el escritor, que configura desde la sátira contra los rompedores del lenguaje, en momentos en que se buscan nuevas fórmulas narrativas; un mundo en evolución, donde la sociedad de consumo ha establecido ya su estrategia de dominio y donde el concepto y sentimiento de la libertad puede resultar algo extraño y molesto. El mundo camina hacia el gregarismo absoluto que borra las identidades personales y colectivas.
Ante la sorprendente novela, ‘Parábola del náufrago’, no faltaron críticas que se quedaron en la superficie, comentarios de que se trataba de una ‘novela menor’. Hubo quienes opinaron que Delibes no puede salir de la realidad rural y provincial castellana. Y ese mundo estaba también encerrado en ‘Parábola del náufrago’, porque el mundo castellano no es ajeno a la transformación del mundo y a lo que se empieza a intuir del porvenir español, en las postrimerías de un tiempo político, pero también social, cultural y refugiado. A la espera. Pero es que también está la dimensión creadora del lenguaje, de las palabras, de lo cotidiano, el paisaje que los personajes insinúan al lector, desde la imaginación al margen del sistema, lo que es la esencial humanidad de la realidad, entre nombres, objetos, situaciones. El mundo en transformación camina hacia el hundimiento. Vida y muerte. Y testigo de todo, una naturaleza acosada o prisionera.
Busca así Miguel Delibes, con esta novela, la estrategia de una parábola convertida en novela, para advertir sobre el devenir de nuestro mundo y el reto de la libertad, a la que se intenta someter. Una novela, donde cada lector puede reconstruir el proceso narrativo, el argumento y poner imágenes al porvenir insinuado. Y todo eso hace de ‘Parábola del náufrago’ una novela de la que no se puede prescindir y que hay que reivindicar. En pleno siglo XXI, año 2010, con todos los desencantos a cuesta, incluido el literario, hoy más que nunca.