Corrupción en El Ejido, para empezar

Corrupción en El Ejido, para empezar

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Estalló el escándalo en El Ejido y me ha pillado ya con el desencanto a cuestas. O sea, que no me extraña. Lo preocupante es que se haya tardado tanto en que los grandes escándalos urbanísticos (municipales o no) salgan a la luz de la justicia. Ahora en El Ejido. Antes, algunas historias de construcciones ilegales en pueblos del interior; también una demolición minoritaria en Vera. Y los rumores, durante todos esos años, dando rienda suelta a multitud de corruptelas por los pasillos de los ayuntamientos. No estaría mal echar un vistazo a los subterráneos de, por ejemplo, Pulpí, Vera, Mojácar, Carboneras, Cuevas del Almanzora, Níjar, Almería, Roquetas de Mar…, en el mapa provincial. Así está la realidad desde hace bastante tiempo. El tema de El Ejido se ha colocado en el ranking almeriense, por su envergadura. Nada menos que veinte detenidos, presuntos implicados. Lo que pasa es que al amparo del escándalo ejidense suben a la superficie otros hechos, recuerdos de la memoria periodística, cuestiones que apenas trascienden. Y de eso va este momento que les propongo en nuestro particular encuentro, de ustedes, lectores anónimos, conmigo, un periodista en la sombra.

Durante el franquismo, una de las acusaciones más directas que surgían desde el antifranquismo era acusar a la dictadura de favorecer la corrupción como uno de sus pilares. Grandes escándalos hubo (Sofico, Aceite de Redondela, Matesa, la permuta del Toyo en Almería), historias sobre ayuntamientos y sus intereses, de grandes empresas. Eran los tiempos en que la prensa estaba controlada y reducida al silencio, de manera que difícilmente un periodismo de investigación y denuncia podía desentrañar tanta basura.

Ya en democracia, detrás de esta situación hay que mencionar los tiempos de la Ley del Suelo con los intentos de poner orden en los procesos urbanizadores, entre lo público y lo privado, sobre todo. Ley del Suelo de 1990, derogada en gran parte por sentencia del Tribunal Constitucional, al entender que invadía competencias de comunidades autónomas y ayuntamientos, una cuestión que está siempre latente en todo el proceso legislativo. Ley del Suelo de 1998, con el gobierno Aznar, que amplia la liberalización del suelo de tal manera que hay opiniones que la acusan de abrir la puerta a los intereses especuladores. El Tribunal Constitucional en 2001 deroga también aspectos de la Ley de 1998. Y después, la Ley de 2007. Normas, orden legal, competencias… En realidad, en el argot de la calle, viendo la barbaridad del panorama urbanístico, tanto el legal como el ilegal, todo es papel mojado.

Si nos fijamos en el panorama provincial, recordando de aquí y de allá, en la memoria periodística, en aquellos tiempos iniciales de la Transición existía lo que se llamaba en el argot de la construcción, el ‘peaje’, un 2 por ciento, que los constructores añadían sin discusión al presupuesto de cualquier proyecto, era la comisión que se pagaba. Lo que el Ayuntamiento hiciera con ese dinero (si iba a las arcas municipales, a algún bolsillo particular o al partido político de turno) no se sabe. Ese peaje, por lo visto ahora es del 5 por ciento. Y está el caso del alcalde de un municipio que le llaman en voz baja ‘alcalde diez por ciento’.

Recuerdo lo que un alcalde de UCD, de un pueblo de la costa, me confesó hace bastantes años, que una de sus primeras experiencias, de alcalde novato, fue con la compra de un camión por el Ayuntamiento. El responsable de la tesorería municipal le informó un día que la empresa vendedora del camión había entregado ya la cantidad de la comisión correspondiente. El alcalde se quedó estupefacto y así se enteró que era normal pagar comisiones. Lo que hizo este alcalde fue ordenar que el dinero se ingresara en las arcas del Ayuntamiento, y no se metió ni un duro en su bolsillo.

Otra historia fue dada a conocer por Joaquín Garrigues Walker (Madrid, 1933-1980) a la revista ‘Cambio 16’,  en los comienzos de la Transición, al poco tiempo de tomar posesión de ministro de Obras Públicas, en el segundo gobierno de UCD presidido por Adolfo Suárez (1977-1979). Contaba el ministro al periodista que en sus primeros días de ministro llamaba a su secretario para disponer de fondos para los primeros gastos; el secretario le daba el importe correspondiente sin ningún tipo de justificante ni firma. Y así varias veces. El ministro, extrañado, preguntó que si no tenía que firmar nada, y su secretario le dijo que ese dinero salía de unos fondos, que no necesitaban justificación, de libre disposición por el ministro de turno. En sus comentarios el secretario incluso le desveló a Joaquín Garrigues Walker que algunos ministros anteriores trasladaban el importe íntegro de ese fondo, unos cien millones de pesetas, directamente a sus cuentas particulares sin más, nada más tomar posesión del despacho oficial.

La historia secreta de la corrupción está llena de ‘hombres con maletines’ visitando a autoridades, para convencerles de lo importante que es proyectar un campo de golf, por ejemplo, con sus hoteles y urbanizaciones correspondientes; o alguna gran superficie comercial, o una urbanización de lujo, o un polígono industrial, o…, proyectos que van a cambiar, ¡y de qué modo!, la vida del pueblo. Y si la autoridad se resiste, para eso está el contenido del maletín. Hubo hace pocos años un alcalde del interior de la provincia, que se estuvo resistiendo a los ‘cantos de sirena’ de varios proyectos de urbanizaciones y campos de golf, hasta el punto de tener a casi todo el pueblo en contra, porque pensaban muchos vecinos que su alcalde estaba en contra del ‘progreso’ (¡menudo progreso!). Al final, salió solo un proyecto. A cambio la promotora se comprometió a financiar un proyecto social para el pueblo (club de ancianos, centro juvenil, etc.), como así fue. El alcalde contaba: “Hay que tenerlos muy bien puestos, Miguel Ángel, cuando estás viendo en tu despacho un día y otro día cómo van pasando los maletines y tu echando a gente del despacho”.

En fin, historias como éstas, las hay de todos los colores, historias que apuntan a todas las direcciones. A las instituciones y a los partidos políticos. El paisaje es desolador: un montón de mierda, en medio de vecinos y políticos honrados, que también los hay; eso sí, que se encuentran desolados, sintiendo su soledad política más que nunca. La política cae en el mayor de los descréditos, así se establecen las bases de la tiranía del mañana y la realidad democrática comienza a resquebrajarse. Los ayuntamientos se han convertido en la mayoría de los casos en empresas con el afán del máximo lucro, instituciones para hacer negocios.

Cuestión legal o cuestión moral. O ambas cosas a la vez. Algo más que un dilema. En el aire está en toda su dimensión el modelo social, el ideal de vida, la justicia social, la igualdad de oportunidades, qué entendemos por democracia. Todo. Y desde este criterio, viene el análisis de lo que nos rodea, de una situación que está sometiendo a revisión las bases del actual modelo democrático. En El Ejido, en Almería, en Andalucía, en el resto de España. En todas partes ha comparecido ya el drama de la mierda urbanizadora ‘salvaje’, en donde se ha refugiado el dinero corrupto. Y lo más preocupante es que hay muy poca gente a la que le remuerde la conciencia por estos hechos, se ha diluido el humanismo del ámbito político y hay mucha gente dispuesta a seguir votando a los especuladores y políticos corruptos. Suficiente para que el espíritu de resistencia comience a gestarse de nuevo en la calle contra el poder.

(Publicado en IDEAL-Almería, martes 10 de noviembre, 2009, página 22)

 

 

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