Memorias de un cazador

Memorias de un cazador

Compartir

El catedrático de Francés de Instituto y escritor almeriense Antonio García Alonso (Almería, 1941) acaba de publicar sus memorias, ‘Entre aulas y sabanas. Diario informal de un cazador’ (Editorial Solitario, 2014), una obra autobiográfica en la que se entrelazan sus vivencias cotidianas, desde su infancia hasta la edad adulta, con una de sus mayores pasiones, si no la principal: la caza. Prologado por el reconocidísimo cazador profesional Tony Sánchez-Ariño, el libro refleja también la intrahistoria de la España que empezaba a despegar tras la posguerra, el día a día de una sociedad a través de la experiencia del autor.

“La primera vez que fui a cazar tenía cinco años, fui con mi padre al puesto”, recuerda García Alonso. En aquella ocasión su padre consiguió dos perdices, que sintió como si hubiesen sido suyas. “Enseguida mi padre empezó a prepararme cartuchos con media carga de pólvora, y le tiraba a tórtolas y gorrioncillos parados, hasta que empecé a tirar al vuelo a codornices”, indica el autor.

La caza mayor la descubrió en Salamanca, donde realizó sus estudios universitarios, porque en Almería no existía. “La primera vez que tomé contacto con ella estábamos cazando perdices, y unos agricultores nos dijeron que unos jabalíes les habían destrozado un campo de patatas, y que si queríamos ir el domingo siguiente a cazarlos porque les estaban haciendo mucho daño”. No cazaron nada, pero quedó la experiencia y las ganas de volver a repetir.

Su larga trayectoria como cazador profesional, que le ha llevado hasta países de Europa, África y América, le ha valido también distintos premios como el que recibió de la Sociedad de Cazadores de Almería, de jabalí, así como otros trofeos internacionales, entre los que destaca el que le concedió el Safari Club International, un Major Award o récord mundial también en la caza de jabalí, en Argentina.

Su primera experiencia fuera de España fue en los años ochenta en Zimbabwe. Fue un safari de antílopes organizado en el que participó con tres amigos más. “Al año siguiente estuvimos en Namibia, también cazando antílopes y después empecé con caza peligrosa: búfalo, leopardo…”, señala.

Sus viajes a África centran gran parte de la obra, donde vivió diversas aventuras y adquirió numerosos conocimientos sobre la cinegética. “En principio, cuando vas a cazar a África no vas solo, vas con un cazador profesional que es el que realmente dirige la caza, y los pisteros, que son los auténticos artífices de la acción de caza, son los que te llevan tras la huella del animal hasta donde está”, revela García Alonso, “el profesional te dice a qué animal se puede disparar y a cuál no”. Según el autor, “a los animales hay que cazarlos en igualdad de condiciones, no se les puede cazar de noche, por ejemplo, está prohibido, lo más ético es ver tú al animal y que el animal también te vea”.

A lo largo y ancho del mundo, y en sus numerosas cacerías, García Alonso ha vivido auténticos momentos de peligro. “Quizá el peor momento que he vivido fue siguiendo a un leopardo herido, que precisamente fue el primero que tiré”, recuerda, “fue en mi segundo viaje a Zimbabwe, herí al animal una tarde y al ir a cobrarlo al día siguiente por la mañana, lo rematé justo cuando estaba saltando sobre un pistero para atacarle. Esa es quizá la mayor situación de estrés que he vivido”. Pero también ha vivido otros momentos de tensión, como cuando a él y a sus compañeros les atacó una leona en Mpumalanga (Sudáfrica). “El error fue nuestro, porque íbamos persiguiendo a dos leones pensando que los dos eran machos, no quisimos tirar al primero creyendo que el segundo sería más grande, y después resultó que éste era una hembra con sus crías”. El animal les fue persiguiendo marcha atrás durante 12 minutos, que “se nos hicieron los más largos de nuestra vida”.

Frente a los que censuran la caza, García Alonso opina que lo que realmente hace daño es la caza indiscriminada que practican los cazadores furtivos, “que son capaces de acabar masivamente con una manada entera de elefantes con tal de conseguir su marfil, como ha llegado a ocurrir, por ejemplo, en Zimbabwe, donde se han llegado a envenenar 300 animales, incluidas hembras y crías”. Para García Alonso, el cazador profesional va simplemente a cobrar un trofeo lo más viejo posible: “Si un animal está condenado a morir, el daño que se hace es mínimo, y la cuantía que se tiene que pagar es bastante importante”. Además, añade, “el cazador respeta mucho a los animales, aunque parezca paradójico, y se preocupa por el conservacionismo”.

El autor reconoce que a lo largo de su vida ha podido realizar lo que ha querido en la caza. “He conseguido cazar con mucho esfuerzo, aunque me hubiera gustado también cazar en Canadá un alce o un buey almizclero, pero son sitios muy fríos y condiciones muy duras”.

Finalmente, y como consejo a los cazadores noveles, el autor hace referencia al eslogan de la Asociación de Cazadores de Kenia, ya desaparecida tras la prohibición de la caza en este país: ‘Nec timor nec temeritas’, es decir, no tengas miedo, pero tampoco seas temerario. “Hay que ir sin miedo, pero tampoco haciendo barbaridades ni siendo imprudente, siempre respetando las leyes de cada país donde se caza, y estando preparado para las situaciones de peligro en la caza mayor”, apunta García Alonso. “Siempre se debe empezar cazando animales como los antílopes, que no sean tan peligrosos como los cinco grandes”, dice haciendo referencia al león, al leopardo, al búfalo, al elefante y al rinoceronte. “Para eso hay que ser más experto, porque, si no, se puede salir corriendo del miedo o incluso llegar a poner en peligro a los que te acompañan”, concluye.

No hay comentarios

Deja un comentario