Hay espectáculos que tendrían que ser obligatorios para el público. Uno de esos espectáculos que aparte de dar cierto miedo, entretiene mucho y llega con facilidad al espectador es el Circo de los Horrores y su espectáculo Psicosis. En la primera función del pasado jueves, con una buena entrada en el Maestro Padilla, el público disfrutó desde el mismo momento que puso el pie en el Auditorio.
El ambiente que se respiraba con una luz tenue era de miedo. Esta mezcla de circo tradicional y terror gustó mucho a todos, ya que había público de todas las edades. Desde el primer momento, Monstruos y seres de la literatura y el cine clásico de terror cobraban vida y asaltaban al público hasta el interior.
Todo comienza en una noche de tormenta sobre el cementerio de los horrores. A lo lejos se oye acercarse un tren, que se aproxima entre silbatos, vapor y el chirriar de sus frenos. De él desciende un singular pasajero con su maleta en la mano. Perplejo y confundido se da cuenta de que se ha equivocado de parada. Se ha apeado a la entrada de un antiguo cementerio que le hiela la sangre.
Imágenes de piedra, gárgolas y lápidas, aullidos de lobos y gritos desgarrados terminan por acongojar a este viajero que comienza una huida, perseguido por las mil y una bestias del Circo de los Horrores, que buscan convertirle en uno de ellos.
Una atractiva vampira le muerde y Suso Silva se transforma en Nosferatu; es decir, el maestro de ceremonias de este circo y el encargado de guiar a sus invitados a través de un recorrido estremecedor, en el que van apareciendo las almas perdidas, la niña poseída, el loco con la sierra mecánica, la mujer carnicera, la dulce Sara, la viuda negra, el patíbulo de la muerte sobre un caballo, el enterrador, la esposa muerta, la plañidera, los hermanos Juan y Juanete, el clérigo baboso, el mayordomo sin cabeza y la princesa desdichada.
Y en esta historia, oscura y rodeada de muerte, es fundamental la colaboración y la participación del público. Por ejemplo, cuando la pequeña Sara se pone a jugar con los espectadores con una pelota. Hasta allí todo normal, una dulce niña que sólo quiere divertirse, con la salvedad de que la pelota es la cabeza de su madre.
En este espectáculo hay funambulistas, malabaristas, acróbatas, contorsionistas, pasando por números musicales, y como no, los payasos. Todo bajo la parafernalia del terror que les hace adquirir tintes novedosos. Hay momentos visualmente impactantes, espectaculares y estéticamente poéticos. La forma inusual de presentarlo sorprende pero además los intérpretes se dejan la piel y el público sorprendido aplaude a cada instante.
La momia, la inquietante niñita, un loco, la vampiresa. Todos en algún momento son protagonistas. Los payasos, lógicamente, no faltaron, siniestros, eso sí, y con humor un tanto macabro pero provocando risas. Mención especial para el número de la niña del exorcista.
Suso Silva, en la mejor tradición Clown, también interpreta a un tipo peculiar que provoca las carcajadas del público, mientras que algunos de los espectadores son sacados a escena e interpretan con él situaciones hilarantes y divertidas.
Dos horas de emociones con un espectáculo fantástico, realizado con mucho gusto y sobre todo provocando carcajadas. Eso sí, a veces la risa es de miedo.