El Maestro Padilla se prepara para recibir mañana viernes a Richard Bona, uno de los mayores representantes del jazz africano. Este músico es uno de los mejores instrumentistas de bajo eléctrico del mundo y que llega a Almería de la mano del Festival Internacional de Jazz. Este músico camerunés considerado todo un referente del jazz y la música africana.
Vocalista, multi-instrumentalista y compositor, Richard Bona ha gozado de una vida de aventuras, genialidad y logros con tan solo 31 años. En su primer album para Columbia, «Scenes From My Life», Richard ha plasmado sus vivencias en una selección de 12 temas. Cantado en su idioma nativo de Douala, las canciones de Bona reflejan incidentes de la vida real -un amigo que estuvo en prisión, un huérfano de la guerra vagando por las calles de Rumanía, llorando la pérdida de su padre- y otros temas de interés universal tales como la fe, un alegato en defensa de la comunicación y a favor de vivir una vida más plena.
Nacido en 1967 en el pueblo de Minta en Camerún, Richard entre músicos. Su abuelo fue un destacado percusionista y cantante. Su madre, también cantante, observó que su hijo, desde muy pequeño, tenía dotes musicales. «Cuando tenía tres años solía chillar sin razón» dice Bona, recordándolo con una sonrisa. «Y entonces alguien trajo a casa un balafón y lo estuvo tocando, y yo dejé de llorar, me senté y lo escuché durante horas». Richard se hizo su propio balafón de madera, y practicó con él entre ocho y doce horas diarias.
Richard comenzó a tocar en publico con cinco años, cantando en la iglesia del pueblo con su madre y sus cuatros hermanas. Era difícil encontrar instrumentos musicales en el pueblo por lo que el propio Richard tenía que construirlos. Hizo muchas flautas e instrumentos de percusión, e incluso se llegó a fabricar una guitarra de 12 cuerdas. El principal problema al que se tuvo que enfrentar era que evidentemente no encontraría cuerdas para su guitarra, con lo que optó por una solución creativa: «¡Iré a la tienda de reparación de bicicletas y cuando nadie mire robaré el cable de la bicicleta para hacer mi guitarra!».
Pronto, Richard fue solicitado para bautizos, banquetes o bodas. Un tiempo después sintió que debía ir a la ciudad. Se trasladó a Douala con su padre, y comenzó a trabajar como músico. Pronto se dio cuenta de que podía tocar un instrumento sólo con ver a otro músico tocando. Comenzó a hacer conciertos a los 11 años. En 1980, la vida de Richard cambió, cuando un francés se trasladó a la ciudad y fundó un club de jazz en un hotel de la zona. Éste oyó hablar de Richard y le pidió que formara un grupo. «No sabía nada de jazz», dice Richard, «pero me pagó muy bien, así que toqué». El hotel le suministraba los instrumentos, con lo que se pasaba todo el día allí, tocando y aprendiendo. El propietario del club tenía una colección de 400-500 álbumes de jazz y le pidió a Bona que aprendiera con ellos. Tras una larga temporada allí, y tras la muerte de su padre, decidió trasladarse a París a los 22 años.
«Llegué a París en invierno», recuerda. «Llegué en pantalón corto, había nieve, que nunca había visto. Estaba aterrorizado; quería regresar a casa». Una amable azafata le dejó su jersey y le convenció para que se quedara. Durante dos meses, Richard trabajó con músicos como Didier Lockwood y Marc Ducret, así como artistas africanos como Manu Dibango y Salif Keita. Richard permaneció siete años en París en una escuela de música y aprendió de la música de artistas como Miles Davis, Chet Baker y Ben Webster.
En una visita a Senegal con su grupo Point Cardinale, para una actuación en un Festival de Jazz, la flautista americana Colette Michaan invitó a Richard a Nueva York para una visita de cuatro días que se convirtieron en dos semanas. Bona no hablaba inglés, pero Colette le ayudó e introdujo. Los artistas le recibieron rápidamente y Richard se dio cuenta que ése era el mundo al que pertenecía. Bona se trasladó a Nueva York a finales de 1995. Contactó a Joe Zawinul, que ya conocía y tocó con él en París. También se unió a él para la grabación de My People y una gira mundial. De regreso a Nueva York, Bona realizó numerosas actuaciones en los clubs de la ciudad. Jake Holmes, compositor de Harry Belafonte, le escuchó en uno de esos clubs. A partir de ahí, Richard se convirtió en el director musical de Belafonte durante año y medio.
Pronto Richard se puso a trabajar con músicos tan ilustres como Larry Coryell, Michael y Randy Brecker, o Steve Gadd. Conoció a Branford Marsalis en 1998, asesor creativo del departamento de Jazz de Columbia. A finales de ese mismo año, la compañía le contrató para grabar su primer álbum, «Scenes From My Life».
Este álbum incluye al teclista de Bona, Jean-Michel Pilc, y artistas invitados como Michael Brecker y Omar Hakim, el que se aprecia no solo el poder y conocimiento de Bona sobre el instrumento, sino la riqueza y expresividad de su voz y sus cualidades en la composición. Richard Bona se ha establecido en Manhattan, donde vive con su hijo Leo. Se le puede escuchar en clubs como Izzy Bar y Zinc Bar. En definitiva, Bona ofrece la fuerza de sus propias raíces africanas, su jazzística y sus impactantes reflexiones líricas.