“Nos encontramos ante un terrorismo tremendamente barato y tremendamente barato, además, de sostener en el tiempo porque no necesita un flujo financiero de arroba abajo”, decía Gómez Bermúdez, que ilustraba esas declaraciones con un par de datos: los atentados de las Torres Gemelas de Nueva York tuvieron un coste para Al-Qaeda de medio millón de dólares, en tanto que los ataques terroristas del 11-M, que provocaron 191 muertos en cuatro trenes de la red de cercanías de Madrid, costaron menos de 50.000 euros. ¿Y cómo se financian estos terroristas? El magistrado de la Audiencia Nacional, que presidió en 2007 el juicio del 11-M, hablaba de varias fuentes: la pequeña delincuencia, la delincuencia a gran escala (con el tráfico de armas y de drogas como principales vías de financiación), a través del uso torticero de instituciones religiosas tradicionales y también a través de ongs. Eso no significa, decía Gómez Bermúdez, que haya ongs que financien a terroristas, sino que estos se “infiltran” en esas organizaciones y desvían dinero para su “causa”.
El magistrado, que tiene una dilatada experiencia en temas de terrorismo (fue miembro de los Tribunales de enjuiciamiento (1999-2004) y ponente en procesos a la cúpula de ETA detenida en Bidart (Francia) y participó también en casos de gran repercusión como el asesinato de Miguel Ángel Blanco por ETA o en la suspensión de actividades del entorno de ETA, la trama financiera de la organización terrorista o la extorsión a empresarios por ETA), apuntaba esta mañana en la Universidad de Almería que el terrorismo yihadista es más complejo de perseguir por parte de las fuerzas de seguridad y de los jueces que el terrorismo etarra. “Es distinto y exige un mayor esfuerzo”, decía. Javier Gómez Bermúdez, que ha impartido hoy en la UAL una conferencia titulada “Yihadismo, una problemática probatoria”, ha sido la “estrella invitada” de los actos programados por la Facultad de Derecho para celebrar el día de su patrón, San Raimundo de Rocafort.
Gómez Bermúdez ha repasado la historia de la presencia de terroristas islámicos en nuestro país que se remonta, según apuntaba el magistrado, al año 1984. “No es de ahora, pero es desde el 11-S cuando se considera terrorismo a escala global. Los atentados yihadistas provocan una gran ansiedad en la población porque causan también un elevado e indiscriminado número de víctimas. Y esa ansiedad lleva a la población a estar dispuesta a ceder grandes parcelas de libertad a favor de tener un mayor sentimiento de seguridad. Lo que tenemos que hacer es cortar esa espiral, frenar ese círculo vicioso con un poder judicial fuerte e independiente que determine en cada caso hasta dónde se puede llegar y hasta dónde no”, explicaba.
El magistrado también ha hablado del “decálogo” que comparte el terrorismo yihadista: por una parte, lo indiscriminado de los atentados –“forma parte de su raíz consignar como enemigo a cualquiera que no comparta la misma creencia radical y extrema a nivel religiosa que ellos tienen. Cualquiera que no piense igual que ellos es un infiel”-, que llevan a provocar el mayor número de víctimas posibles. Por otra, la espectacularidad de sus acciones, que les aseguran las portadas de los periódicos y la apertura de los informativos de televisión en todo el mundo. También el uso de terroristas suicidas “que es sólo una mera exigencia del guión”, decía Gómez Bermúdez. “Sólo acuden al suicidio cuando no hay otra alternativa. Es una táctica enorme, además, para ganar adeptos y hacer proselitismo”.
También, formando de ese “decálogo”, estaría la “raíz política” de los atentados, ya que según el magistrado de la Audiencia Nacional, “la Yihad utiliza la religión, pero ni la religión musulmana, ni el Islam dan pie ni justifican el terrorismo yihadista. La esencia es idéntica, pues, a cualquier movimiento terrorista”. Son movimientos, además, desestructurados, con gran capacidad de improvisación y que no tienen jefes (aunque sí líderes) ni tampoco un estado nodriza que los patrocine. “No se trata de Al-Qaeda, sino de ‘al-qadeaismo’, porque la forma, la estructura varía de unos países a otros”.
El uso de internet, la facilidad de ocultación de sus miembros o el factor tiempo –“su paciencia es infinita; para ellos, el factor tiempo es insignificante”- también forman parte de los elementos que comparte el terrorismo yihadista a nivel internacional.