Son tres cineastas españoles al margen: Manuel Martín Cuenca (El Ejido, Almería, 1964), Jaime Rosales (Barcelona, 1970) y Javier Rebollo (Madrid, 1969). Sus trayectorias respectivas los sitúan en una heterodoxia frente al sistema cinematográfico. A veces, por sus silencios, a veces por poner al descubierto los entresijos y miserias de las reglas establecidas con el cine en nuestro país. En síntesis, no renuncian a desarrollar sus proyectos cinematográficos a su aire y desde la concepción del cine de autor. Desde su particular independencia, los tres han obtenido reconocimiento por sus películas, en festivales y en los ‘Goya’ del cine español. Son autores de películas que indagan en la realidad, películas que pueden resultar desiguales, que puede que no encuentren el gran clamor del público, pero que están vivas y respiran a fondo.
En el VII Festival ‘Almería en Corto’, recientemente clausurado, ha habido un interesante espacio para los tres cineastas con la presentación de un proyecto editorial de cine: Una colección de textos y guiones cinematográficos, de Lagarto Editores. Los tres primeros libros desmenuzan la esencia literaria y desvelan el germen creativo de las imágenes de tres películas, donde director y guionista han compartido la senda final del guión: ‘La flaqueza del bolchevique’ (director: Manuel Martín Cuenca, sobre una novela de Lorenzo Silva), ‘La soledad’ (director: Jaime Rosales, con guión de Enric Rufas), y ‘Lo que sé de Lola’ (director: Javier Rebollo, con guión de Lola Mayo). En realidad, un lugar para los encuentros confidenciales entre cine y literatura.
Lo novedoso está en que, aparte de la versión de rodaje de las películas, los libros ofrecen, en cada caso, la reflexión del autor, junto a los documentos básicos: ficha artística, ficha técnica y palmarés. El lector se encontrará con textos sugerentes para adentrarse en los entresijos de cada película: ‘Dietario de Cine’ de Javier Rebollo; ‘Anotaciones sobre La soledad’ por Jaime Rosales, ‘Una relación de cine’ de Enric Rufas; las razones de Lorenzo Silva para escribir su novela ‘La flaqueza del bolchevique’ en ‘Historia de un deslumbramiento’; las razones de Manuel Martín Cuenca para convertir la novela de Lorenzo Silva en película, en ‘Una historia de amor’, un círculo que se cierra en ‘Una conversación’ donde el escritor y el cineasta dialogan sobre sus mundos y encuentros.
Hay un cine español, consciente de la resistencia, que parte de una idea transformada en imagen y que se convierte en historias, sin normas preestablecidas por el mercado, aunque en ocasiones no quede más remedio que asumirlas, por lo menos a regañadientes para seguir adelante. Y estas tres películas son un buen ejemplo de todo ello. Tres películas diferentes, con el compromiso de sus respectivas miradas. De ahí el interés de que las imágenes se transformen en libros. Aquí es la palabra la que asume la esencia de la narración fílmica. Cine y literatura llevan el pacto hasta sus últimas consecuencias.
Es lo que se proyectó en la presentación de los libros en el patio de luces de la Diputación de Almería. Manuel Martín Cuenca, ‘alma mater’ del proyecto, dio a conocer la identidad del camino iniciado: “colección de guiones de películas heterodoxas, especiales, interesantes”.
Presentes en el ceremonial, Javier Rebollo, Lola Mayo, Enric Rufas y Lorenzo Silva, junto a Martín Cuenca. Interesante esta actitud de presentación de unos libros para reivindicar lo cinematográfico y su independencia, “vienen a legitimar la película, y aunque el lector no haya visto la película merece la pena, es el fantasma del cine, el guión”, fueron las elocuentes palabras de Javier Rebollo, que desveló su secreto, siempre escribe de las cosas que observa alrededor, “yo lo escribo todo, es así de sencillo, salvado por la escritura; es muy fatigoso escribir con palabras lo que luego hay que contar en imágenes”.
Esta actitud convierte al cineasta en un protagonista de la contemplación de lo cotidiano, lo simple que eleva a la categoría de lo más trascendente y lo traslada a un dietario de acontecimientos de la calle, “todos sobrevivimos de nuestros relatos, yo estuve escribiendo el dietario durante años sin pensar en hacer una película, y cuando empecé a hacerla entonces dejé de escribir”.
En esta línea está también Lola Mayo, que ve estos libros como objeto de reflexión, “contribuyen a que el cine sea materia de estudio y no sólo de ilustración, en una época donde todo es bastante efímero”. Y reivindica la didáctica del cine, “qué pena que se utilice tan poco el cine en las escuelas”. La guionista de ‘Lo que sé de Lola’ confiesa que “cuando veo el rodaje me da la sensación de que la historia ya no es mía”.
”. La percepción del novelista Lorenzo Silva desvela la fraternidad del cine y la literatura, “explican la realidad”, y en este caso “qué es lo que hace de particular al lenguaje audiovisual”. El guionista de ‘La soledad’, Enric Rufas, expone sus puntos de partida, “yo empecé a imaginarme otros mundos a través de la novela y también del teatro” y “estamos ante dos lenguajes (cine y literatura) que se alimentan uno del otro”. Su actitud es de interiores, “yo prefiero escabullirme de los rodajes, y una vez entregado el guión hay una especie de liberación, me quedo vacío”.
Javier Rebollo cree que el cine de género ha muerto, “no funciona” y defiende la creatividad de la abstracción, “lo mío no es realista, es abstracto”. Pero advierte, “hay que tener mucho cuidado con la imaginación, porque al final la vida es mucho más sencilla. Las mejores películas son las más simples, excepto ‘Ciudadano Kane’”.
Resurge en los libros la simbología del cine de autor, una reivindicación que engloba a los participantes en la historia filmada, “en el cine la creatividad surge del grupo y el director hace de capitán de barco”. Una actitud que define el sentir de la heterodoxia cinematográfica en Martín Cuenca, y que explica la razón de ser de estos libros, “yo no hago el cine que quisiera hacer, hago el cine que me sale”.
(Publicado en IDEAL-Almería, miércoles 17 de diciembre, 2008, página 25)