Andalucía es la comunidad autónoma española con más centrales termosolares, lo que equivale a decir la región del planeta con más instalaciones de este tipo, ya que cuenta con un total de diez centrales operativas repartidas por las provincias de Sevilla con seis (cinco en el municipio de Sanlúcar la Mayor y una en Fuentes de Andalucía), Granada con dos(en Aldeire y La Calahorra) y Córdoba con dos (ambas en el término municipal de Palma del Río), además de otras doce más que están en construcción entre Sevilla, Granada, Córdoba y Cádiz.
En tan sólo tres años, los que median entre 2008 y 2011, las centrales termosolares han pasado de utilizar elementos fabricados en un 50% en el extranjero a tan sólo un 20/25 %, un dato suficientemente ilustrativo de los avances que en I+D+i ha realizado nuestra industria y, por ende, su liderazgo mundial en el sector, por contraste con otros de la economía nacional. En realidad es más espectacular porque, sin querer entrar en detalles, ese 50 % se aplicaba –en todo caso- a una cantidad muy pequeña de elementos mientras que el 75 % se aplica a mucha mayor cantidad.
En líneas generales, los costes de una central termosolar se reparten a razón de un 50% para el campo solar, un 15% para el sistema de conversión de potencia, un 15% para el sistema de almacenamiento, un 10% para el sistema de control y sus elementos auxiliares y el 10% restante para componentes eléctricos y electrónicos.
El campo solar se fabrica íntegramente en España porque el mercado termosolar eléctrico ha tenido el suficiente poder de atracción como para que se implantara en Aznalcóllar (Sevilla) la fábrica de tubos absorbedores de la firma alemana Schott Solar, con una inversión inicial de 25 millones de euros y la creación de un centenar de puestos de trabajo. Esta empresa ha tenido las mismas ayudas que cualquier otro sector industrial en regiones declaradas Objetivo 1 de la Unión Europea y ha permitido trasvasar tecnología que hasta ahora sólo se había desarrollado en países como Alemania, Estados Unidos y Japón y generar empleo en una zona deprimida y necesitada de un nuevo modelo económico tras la catástrofe ecológica que supuso el vertido tóxico de Boliden, el cual significó el fin de la minería en Aznalcóllar. Esta operación, en la medida en que ha sido cofinanciada por Bruselas, no ha incrementado el déficit de la Hacienda española. Hay que reseñar que en este campo las patentes no son relevantes, porque los conceptos no se patentan.
Por otra parte, antes no se fabricaban en nuestro país espejos parabólicos, una situación que cambió hace tres años cuando la compañía Rioglass, de capital y tecnología íntegramente nacionales, construyó en Asturias la factoría más avanzada del mundo en su género (y que es hoy líder mundial en m2 fabricados).
Asimismo, grupos de empresas dedicadas a la fabricación de estructuras metálicas para subsectores de la industria nacional han reconvertido sus actividades en los últimos años para fabricar componentes de los colectores solares. Igualmente, los motores con que se mueven los espejos de los campos solares se fabrican íntegramente en nuestro país, y la industria nacional suministra el 100% del cableado eléctrico de las centrales termosolares a partir de materia prima que incluso pueden adquirir en nuestro territorio, ya que la mina de Las Cruces, en la provincia de Sevilla, es el mayor yacimiento de mineral de cobre a cielo abierto de Europa y su complejo industrial produce cobre con una pureza del 99,999 %. Una central termosolar precisa de entre 200 y 300 toneladas de cobre en el cableado subterráneo que incorpora.
El campo solar también necesita de cimentaciones para los espejos y de pilotajes para anclarlos en tierra, obras que se encomiendan a empresas constructoras de nuestro país.
Las sales fundidas que permiten el almacenamiento durante horas de la energía solar termoeléctrica están compuestas de nitrato potásico y sódico en una proporción del 60/40 (mezcla eutéctica) y se importan de países como Chile y Suráfrica. Podrían lograrse en España, pero por volumen compensa más comprarlas al exterior. También es de importación el fluido térmico que circula por los tubos absorbedores, pero lo más importante en este proceso son los tanques de almacenamiento y los intercambiadores de calor con las estructuras de bombeo para mover las sales, que son de fabricación española. El sistema de tuberías y de aislamientos es ‘made in Spain’ y aunque algunas bombas se compran al exterior, podrían hacerse en España si hiciera falta. Curiosamente, los tanques de almacenamiento, el doble de anchos que de altos (unos 14 metros de altura por 38 de diámetro), recuerdan a vista de pájaro la silueta de un ruedo ibérico, de una plaza de toros.
Un elemento de una central termosolar que es de fabricación extranjera –en Alemania, Estados Unidos, Francia- es la turbina de vapor, por la tradición y ventaja que ya tienen esos países en la fabricación de ese elemento, por otra parte convencional puesto que la incorporan otras centrales termoeléctricas, pero sí se realizan en España todos los elementos auxiliares, como las torres de refrigeración y las tuberías, al igual que las cabinas de control, donde también puede haber algunos componentes informáticos de importación.
El balance final de esta segregación de elementos en una central termosolar tipo es de un 75 a un 80% de equipamiento de origen español, una proporción que demuestra la posición de liderazgo del sector, como así está reconocido internacionalmente.