Los suelos de las zonas áridas presentan una fina capa (invisible al ojo humano) donde viven una gran cantidad de comunidades de microorganismos como bacterias, algas, hongos, musgos o líquenes y que los expertos denominan Costras Biológicas del Suelo. Investigadores de la Universidad de Almería han demostrado los efectos de estas comunidades para la estabilidad de los suelos, el agua, los sedimentos, la distribución de nutrientes en el paisaje y, en última instancia, para mantener el buen funcionamiento del ecosistema. En un estudio publicado en la revista Ecosystems bajo el título ‘Crust Composition and Disturbance Drive Infiltration Through Biological Soil Crusts in Semiarid Ecosystems’, los expertos han demostrado que la redistribución del agua en los ecosistemas semiáridos depende, en gran medida, del tipo de costras que compartan los espacios entre las plantas y de las características del suelo y sus condiciones de humedad. “No obstante, la alteración humana o artificial de estas zonas implica un aumento de la escorrentía o agua que circula sobre la superficie tras la lluvia y también de la erosión, provocando un empeoramiento en el funcionamiento de los ecosistemas”, explica a la Fundación Descubre la responsable del estudio, Yolanda Cantón.
Los expertos han analizado la influencia de diferentes tipos de costras físicas y biológicas, éstas últimas en distintas etapas de su desarrollo, sobre los diferentes componentes del balance de agua como la infiltración-escorrentía, la evaporación, la humedad del suelo o la deposición del rocío.
Para ello, tras los primeros ensayos en campo a escala de pequeña parcela donde los expertos analizaron la respuesta de las costras bajo lluvias naturales y ante eventos extremos (usando para ello simulaciones de lluvia), el siguiente paso fue analizar los efectos de las costras biológicas a otras escalas para trasladar los resultados a la modelización y poder predecir el comportamiento de estos ecosistemas ante un cambio en las condiciones climáticas o de uso del suelo. “Elegimos dos ecosistemas semiáridos de la provincia de Almería caracterizados por presentar diferentes topografías y distribuciones de la corteza del suelo como son las zonas de Las Amoladeras y El Cautivo. El objetivo final fue y contribuir al manejo y recuperación de los ecosistemas”, detalla Cantón.
Resultados en laderas y cuencas
Los expertos también han trasladado su metodología a laderas y pequeñas cuencas para evaluar los efectos de las costras en estos enclaves. Así, en el estudio ‘Runoff at contrasting scales in a semiarid ecosystem: A complex balance between biological soil crust features and rainfall characteristics’ publicado recientemente en la revista Journal of Hydrology, los investigadores instalaron diferentes parcelas que cubrían por completo las laderas y colocaron estructuras hidráulicas a la salida de las cuencas para conocer la cantidad de agua y sedimentos que circulaban en un instante concreto o en un intervalo de tiempo determinado, permitiendo de esta forma registrar la respuesta frente a la lluvia dentro de una escala temporal muy detallada y precisa. “Los resultados más llamativos están relacionados con las fuertes lluvias, ya que éstas constituyen el principal factor o son responsables directas de la producción de escorrentías en los suelos”, explica.
Por tanto, estos datos demuestran que las costras aumentan la infiltración del agua de lluvia sobre todo cuando son de poca intensidad, fenómeno más común en las zonas áridas de Andalucía. Asimismo, en lluvias intensas, que son las más erosivas, las costras tienen un papel crucial en la protección del suelo frente a la erosión.
En el futuro, a través de la técnica de modelización, es decir, mediante la aplicación de modelos capaces de predecir y cuantificar los efectos de las costras sobre el balance del agua o la erosión del suelo, los investigadores esperan desarrollar una herramienta capacitada para identificar los lugares donde se recomienden diferentes prácticas para prevenir y rehabilitar suelos degradados y afectados por encostramiento, así como las zonas donde se debería potenciar el recubrimiento con costras biológicas.