Cultura, un periodismo no neutral, comprometido, con un gran sentido crítico ante la realidad, fueron conceptos muy presentes durante la Transición democrática en Andalucía. Y ahí ocupa su propio espacio, la revista La Ilustración Regional, un proyecto de vida efímera, apenas dos años. Suficiente para dejar una estela importante pero también para interrogarse por qué el proceso democrático no fue capaz de consolidar ningún proyecto de revista cultural y de información La Transición dejó en la estacada, por ejemplo, a nivel nacional a Triunfo y Cuadernos para el Diálogo. Así que menos aún revistas andaluzas (Naif, Almería Semanal, Algarabía, Torneo, etc.). De todas formas la función de estas revistas es un elemento imprescindible para interpretar nuestra particular memoria histórica. La reciente publicación del libro de Manuel Ruiz Romero: La Ilustración Regional (1974-1975).- Una revista para la Transición Andaluza (Instituto de la Cultura y las Artes, Sevilla, 2013), sitúa su recuerdo en una actualidad, ya en el siglo XXI, que justificaría más que nunca su resurrección. Pero estoy seguro que nadie está dispuesto a ello.
Dos años de vida
La revista mensual La Ilustración Regional nace en Sevilla, en 1974 y desaparece con su último número en enero de 1976, en total 16 números. La empresa editora es Sociedad Andaluza de Ediciones. El primer director de la publicación es Javier Smith Carretero, pero ya en los primeros números es sustituido por Miguel Ángel Agea Amador. El capítulo de redactores y colaboradores aparece unificado en los primeros números: Manuel Pizán (Madrid), Antonio Burgos, Eduardo Chinarro, Víctor Pérez Escolano, Juan Pedro Garrido, Equipo 4-14, Equipo 15, Aurora León González, José Herrero, Carmen Jiménez, Catherine Levasser, Roberto Mesa, Alfonso Montecelos, Elena María Orta, Rafael Ruiz, Jorge Santamaría, Francisco Zueras. A ellos se fueron añadiendo nuevos colaboradores intentando abarcar el territorio andaluz: Miguel Ángel Blanco Martín (Almería), Manuel Gómez Cardeña (Almería), Juana Basabe, José María González Ruiz, Andrés Martínez Lorca, José Aguilar Villagrán, Antonio Ramos Espejo (Granada), J. Rodríguez Gordillo, Carlos Centeno (Jaén), Antonio Checa, Juan Antonio Lacomba, Francisco Lara, A. Rodríguiz Almodóvar. Ilustradores: Ric-Ric y Saltés.
En el número 14 (octubre, 1975) presenta ya Consejo de Redacción compuesto por Antonio Burgos, Antonio Checa, Ángel Fernández Millán, Andrés Martínez Lorca, Manuel Pizán e Ignacio Romero de Solís.
El sumario de la revista durante su trayectoria mantiene las secciones para hacer una radiografía informativa de la realidad andaluza: Editorial, Cartas al director, Actualidad (nacional e internacional), Vida regional, Economía, Laboral, Nombres propios, Cultura, Hemeroteca andaluza, Especial.
Secuestro
La revista sufrió un secuestro, el número 6 (1975), acusada de supuesto ataque a la unidad nacional y fomento del separatismo. Esta cuestión fue puntualizada por la revista en el nº 7 con un editorial explicativo, recordando su declaración de intenciones y objetivos con motivo del nacimiento de la revista, “…informar primordialmente sobre los problemas de la región andaluza, desde la ecología a la política, pasando por la enseñanza, el urbanismo, la economía, el folklore, etc., … la motivación fundamental de la aparición de esta nueva publicación es contribuir al nacimiento de un estado de opinión sobre las múltiples, graves y urgentes problemas que se le presentan a Andalucía en este momento histórico de transición y cambio. En definitiva es vocación de estas páginas servir de soporte material de expresión a una pluralidad de enfoques e incluso dar abrigo a puntos de vista divergentes, tanto de andaluces como de no andaluces, que tengan como denominador común su preocupación por Andalucía. La razón de este ecumenismo debe quedar bien patente: La Ilustración Regional no es portavoz de grupo alguno, económico o político. Por tanto, pretende sólo propiciar una reflexión colectiva sobre la cuestión andaluza, entendiendo, por tal, la situación de postración económica, marginación cultural y alejamiento del quehacer político de Andalucía en relación con el resto del país…”
La sección Cultural en La Ilustración Regional recorre un amplio espectro, con firmas de sus colaboradores, fundamentalmente de Sevilla, con trabajos sobre Cine-Clubs, Arte contemporáneo, Ginés Liébana, la nueva música, cantautores, erotismo y literatura, reivindicación de Luis Cernuda; entrevistas a Leopoldo Azancot, Dionisio Ridruejo, Caballero Bonald y José Monleón. Y entre los temas ‘especiales’ destaca la conmemoración del Centenario de Antonio Machado (nº 10, junio, 1975), un homenaje que se constituye en torno a una imagen reivindicada por la transición democrática en todo el país; Tartessos, la vigencia de Blanco White, etc.
Panorámica intelectual en Almería
La presencia de Almería en las páginas de La Ilustración Regional está a través de crónicas de los periodistas Manuel Gómez Cardeña y Miguel Ángel Blanco, a los que se añade el economista Serafín Mateo Callejón con un informe sobre el ‘boom’ de la nueva agricultura bajo plástico, y una entrevista de Antonio Fernández a Don Marino Álvarez Mínguez, conocido párroco del barrio de La Chanca: “Voto por la amnistía-amnistía. Estimo de elemental humanidad el pronunciamiento del Gobierno por mi voto, voto representativo del común sentir de los españoles”.
Aunque el espectro informativo sobre Almería es diverso (corruptelas urbanísticas y municipales, conflictos por el agua, alarmas por los rumores de un proyecto de central nuclear, etc.), no faltan análisis sobre la realidad cultural almeriense. El hecho de que estos planteamientos informativos aparezcan, no en un diario local, sino en la perspectiva de una revista andaluza regional, con difusión en las ocho provincias, da una proyección significativa a la personalidad de lo almeriense en un contexto andaluz.
En un artículo en torno a la realidad intelectual en Almería, este periodista (Miguel Ángel Blanco Martín) introduce un significativo y pequeño texto, al margen, de entrada: “Ya compuesto este artículo, ha sido dado a conocer por la superioridad, que han sido prohibidas todas las actividades culturales del Colegio Universitario” (nº 9, mayo de 1975).
En pleno 1975, en vísperas del fallecimiento de Franco, el mundo cultural y universitario, sobre todo, es un hervidero de contestación, bajo la atenta vigilancia y control del Gobierno Civil. De ahí, el significativo análisis sobre la realidad intelectual/cultural de Almería, que hace el periodista: “Respecto al Colegio Universitario, cuyas actividades culturales siguen suspendidas, varios profesores no numerarios y alumnos han recibido cartas de amenazas, acusándolos de ser los protagonistas de los conflictos que se plantean en el Colegio. Las cartas, a multicopista, van firmadas por una agrupación nueva de la derecha: Grupo de Intelectuales de la Alianza del Pueblo…”
La reflexión del periodista sobre la intelectualidad almeriense en 1975, incide en un ciclo organizado por el Ateneo de Almería sobre los problemas socioeconómicos de Andalucía, aplicados a Almería. Y eso explica la participación de Antonio Castro Villacañas (estado pluralista, con partidos políticos), Salustiano del Campo (conciencia regional y el papel de los intelectuales andaluces), Campos Nordmann (primacía del sector agrario para el desarrollo andaluz) y Emilio de Figueroa (industrialización con recursos naturales propios), ante una conciencia regional que se intenta construir,
“… los intelectuales van a tener mucho que ver en esa toma de conciencia…” (“Almería. Panorámica Intelectual”. La Ilustración Regional, nº 9, mayo de 1975, p. 22).
Pesimismo
El pesimismo es un factor dominante, un matiz negativo desde una reflexión crítica, “…desde el momento en que todos están en manos de lo oficial. Hay dos instituciones que permanecen en el sueño invernal: Círculo Mercantil y Casino Cultural, patrimonio de una minoría -no intelectual-, culturizada en las cifras que aprendieron en las instituciones oficiales de enseñanza o en los archivos que duermen en sus estanterías. De vez en cuando, alguna exposición de pintura para mostrar bodegones, flores y uvas de la tierra, o aprovechan sus salones para alguna reunión o para celebrar un acto oficial, por ejemplo, una asamblea de turismo. Representan la evasión y el descanso de lo burgués. Una reunión de carácter informal, sin cánones, ni reglas, ni órdenes del día tajantes y bien delimitados, abierto a cualquier palabra, en teoría podría ser el punto básico para el lanzamiento de una cultura independiente -no hablemos de contracultura-. Y este terreno está dominado por la Tertulia Indaliana que ya cuenta con cierto aire ancestral. Sin embargo, a pesar de contar con las bases y una oportunidad única para su concienciación, da la casualidad que es refugio de la nostalgia -cuestión que no es atacable en algunas circunstancias- al mando del pintor Jesús de Perceval. El aire de la reacción es lo que predomina a pesar del carácter abierto, donde la defensa de opiniones no desemboca en diálogo lógico del medio, sino en casi ‘una cuestión de honor personal’. Los temas llegan a transformarse en algo ajeno a la realidad y se da lugar al cotilleo, al despotismo ilustrado, la defensa de lo permanente e intentos de atraer a la juventud que casi siempre fracasan, a pesar de que se anunció hace meses una reunión de la juventud almeriense y luego sólo acudieron los chicos de la OJE, en una situación que se había preparado de antemano. La Tertulia, en conclusión, pudiera estar bien en cuanto medio, pero no en cuanto a las personas…”
Desde este punto de vista, la ‘gran esperanza’ que surge está en el Ateneo de Almería, que es la entidad que ha organizado el ciclo sobre los intelectuales y la conciencia regional. Y además surge como un proyecto nuevo, al margen de los indalianos, bajo la atenta vigilancia del sistema, aun teniendo en cuenta que el presidente-fundador José María Artero no levanta muchas sospechas.
Por otra parte, está el Colegio Universitario que organiza mucha de sus actividades, “al margen y casi en forma de república independiente…, organiza sus actividades en régimen interno para evitar la solicitud del permiso gubernativo. Y por eso algunos almerienses, los universitarios, oyen y discuten sobre el movimiento obrero y contemplan, por ejemplo, la figura de Raúl Morodo”, en 1975, con Franco todavía agonizando. Esta realidad almeriense, las expectativas culturales en búsqueda de nuevos horizontes, constituye la síntesis final del artículo sobre el panorama intelectual almeriense: “¿Y el pueblo de Almería? Esa es otra cuestión. Por ahora nadie discute los problemas de la opresión, del subdesarrollo, del analfabetismo, de la falta de puestos de trabajo, de la representatividad, libertad, etc. El pueblo almeriense vive todavía entre fronteras, quizá un poco todavía al margen de Andalucía, puesto que se siente marginado, incluso dentro de la región. Y en cierto modo, a lo mejor o a lo peor, así son las cosas de Almería. Y uno se pregunta si el intelectual almeriense es un intelectual y si es andaluz de los de ahora”.
La provincia almeriense vive también el fervor de un renacer teatral. Y en este aspecto, adquiere resonancia El Ejido con un certamen regional que con el tiempo se constituirá como uno de los festivales referentes de la escena de Andalucía. Y de eso se hace eco La Ilustración Regional. En 1975, el grupo La Garrocha de Huelva se lleva el premio regional de El Ejido con una versión de Antígona de Bertold Brecht. En este despertar, la visión periodística hacia este entorno provincial es crítica: “Por lo demás esta provincia sigue siendo un poco la tierra del silencio, sin que se hay llegado a la ley de la ‘omertá’ siciliana. Esta comparación sirve para descifrar el ambiente del casi-miedo del que todos hablan, oyen los problemas pero a la hora de la verdad se presenta la desconfianza, el arraigo, la sensación de que todo es subterráneo o casi…”
En fin, que La Ilustración Regional, como la mayoría de las revistas con sentido crítico, de la época, sucumbió por la cuestión económica, pero también es verdad que este tipo de publicaciones molestaba en todas las direcciones y por eso se programó su defunción. Para quitarle obstáculos a la sociedad de consumo que, al final, es la que ha triunfado y provocado este desmoronamiento de la democracia. En Andalucía, en España y en Europa.