La cultura de la vida

La cultura de la vida

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Vivimos en un mundo en el que tenemos la obligación de aunar nuestras apetencias personales con las necesidades sociales. No podemos obviar nuestra conciencia como comunidad a favor de los deseos personales. Como personas conscientes, es nuestro deber entender qué ideología invisible es la que gobierna a la mayoría, qué resortes son los que nos hacen actuar o no hacer nada, qué órdenes cumplimos y cuales no.

Suele ocurrir que cuando una persona creadora rompe con la ideología dominante, con las normas que conducen el corpus social desde el poder invisible, es considerada panfletaria y se le desprestigia.

De esta manera, quedan al margen del pensamiento mayoritario, ese que empuja para ser único, muchas de las personas que componen el tejido social, pero aisladas, como entes individuales. El reto para la evolución y el desarrollo de tantas personas aisladas en su concepción de la vida es la unión, asociarse, comunarse, buscar soluciones en común a las exigencias básicas más elementales.

Y ocurre igual con la sociedad. Una sociedad desorganizada, desarticulada, favorece, como podemos comprobar fácilmente, al populismo político, a considerar a la organización social democrática como un desfasado vodevil donde el electorado es una masa que decide quién gobierna en base a la desinformación de los medios de comunicación y al peliculero enfrentamiento entre el bien y el mal.

Por tanto, la cultura ha sido históricamente temida por quienes han pretendido bloquear el progreso social porque asumirla conlleva una carga de formación personal y de libertad que amplía los límites individuales y sociales.

Por ejemplo, usando la desinformación de los mass media, todopoderosa, esa que mueve al electorado, la lectura de la actual crisis financiera es un arma arrojadiza entre partidos políticos cuando en realidad, usando la razón, el sentido histórico y las posibilidades de aplicar distintos modelos a la organización social, esta crisis, cíclica, no es más que uno de los factores determinantes del modelo económico en que desarrollamos nuestras actividades, impuesto por los grandes capitales en acuerdo con gobiernos involucionistas.

En el sentido profundo del término, cultura no es más que el modo en que nos organizamos para desarrollar nuestra vida individual acorde con nuestra vida en comunidad. Cultura es la forma en que organizamos la sociedad que sustentamos y que nos nutre.

Pero la gran mayoría de las personas hemos perdido la soberanía, la capacidad de decidir en las cuestiones más importantes que definen nuestras vidas y nos sometemos a los intereses de unas élites que nos dictan cómo hemos de vivir de acuerdo a sus intereses privados.

Por tanto, la mayoría de las personas no tenemos cultura de nivel general, en la acepción más abierta de la palabra. Pero esto ya lo sabemos y por eso me llama la atención la siguiente frase extraída del Programa Electoral EQUO 2011: EQUO es una alternativa para quienes no sabían cómo hacer lo que todos y todas sabemos que hay que hacer.

Lo más urgente que tenemos pendiente de hacer es consolidar nuestra formación como personas responsables de nuestras propias vidas, eligiendo qué tipo de relaciones queremos tener con las demás personas, con nuestro medio ambiente y para con nuestro propio ser.

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