Fernando Martínez López ha sabido hacerse un hueco en el panorama literario actual. Habitual como finalista o ganador en certámenes literarios de todo el país, este escritor afincado en Almería busca un contrato con un gran editorial que le haga llegar a más lectores una obra que también es un vehículo reivindicativo. Cualquiera de sus novelas es una de las mejores compañías para este verano. Su último premio ha sido el I Concurso de Relato Histórico Domingo Henares con la obra «La medalla». Un relato coherente, bien estructurado, documentado históricamente, de lectura fluida y con una buena resolución de la trama.
Parece haberle tomado la medida a los certámenes literarios, ¿no?
La verdad es que en la mayoría de los concursos en los que participo tengo la condición de finalista. Estoy satisfecho con los resultados, con la cantidad de premios y menciones que consigo en los concursos a los que presento mis trabajos.
¿Cuál es el secreto?
Básicamente, tienes que escribir porque te guste, la literatura te tiene que apasionar. Para mí es una válvula de escape, porque circulan continuamente ideas por mi cabeza, pero claro, esas ideas hay que hacerlas atractivas para el lector, hay que pensar más en él que en el escritor. Otra cuestión es saber atrapar desde el principio. En la novela, que a veces no ocurre nada interesante hasta la página 50 ó 70, se puede hacer pesado, por eso que yo intento, desde el principio, llamar la atención del lector, para que siga leyendo, más que nada.
Hablas como el editor de la ‘Conjura de los necios’.
En los concursos se pueden presentar cientos o miles de trabajos y hay un jurado que se los tiene que leer todos, pero en práctica, estoy convencido de que si los primeros párrafos no enganchan, no siguen leyendo, porque si no es como un acto de autoflagelación. En las editoriales ocurre lo mismo, el arranque es fundamental para que un editor se lea toda tu obra, sobre todo ahora, con la situación económica y la gran cantidad de gente que escribe.
A pesar de tu éxito, todavía no te ha llegado la oferta de las grandes editoriales.
En eso estoy, a ver si lo consigo. Cuando el año pasado quedé como finalista del premio Fernando Lara, conocí a Antonia Kerrigan, que va a representarme para publicar esa novela, ‘Tiempo de café y ceniza’. Ella una de las mejores representantes literarias del país, que mueve a autores como Carlos Ruiz Zafón, Javier Sierra o de Jorge Volpi, entre otros. Ella vio la novela, le gustó y ahora está moviéndola por editoriales grandes para ver si la publicamos. Tener a Antonia Kerrigan como agente literaria es un paso muy importante para mí. Ella me ha comentado que, normalmente, de los ejemplares que le llegan suele aceptar para representar menos del uno por ciento, el hecho de que haya aceptado el mío ya es un paso importante.
¿Cómo se planifica una novela?
Normalmente suele haber una idea germinal, algo que lees en el periódico, que ves en la tele o que se te ocurre por que sí. Una vez que hay una idea, aunque sea difusa, hay que buscar un principio y un final. Siempre que me pongo a escribir una novela sé cómo va a terminar, aunque algunas veces el final se cambie por otro, pero siempre hay una idea preconcebida. A partir de ahí se estructura en capítulos, pero no es más que un armazón inicial que te sirve de soporte que se va desarrollando. A veces, como el caso de la novela que he terminado hace poco, que ha sido el resultado de la fusión de tres relatos cortos que no tenían nada que ver el uno con el otro. Esta novela ha sido como un reto para mí. En definitiva, sacar adelante una novela es también un reto intelectual y eso me estimula mucho.
¿La idea más rara que se te ha ocurrido para plasmar en una novela?
Pues no sabría decirte, pienso que todo lo que escribo es bastante sensato, quizás en los relatos sí soy más atrevido. Con la novela, como hay mucho trabajo detrás, no me puedo permitir ser muy descabellado y que luego salga algo que no me guste. A veces escribo microrrelatos y los cuelgo en Facebook.