En Otura, Granada, se vistió de luces el pasado sábado 4 de septiembre, un joven roquetero de Aguadulce, Juan José Romera, de 15 años. No tendría más de 9 cuando su padre me mencionó la desmedida afición que tenía el niño por los toros, incluso les pedía ir a las ganaderías para ver los toros desde la carretera.
Entendí que algo teníamos que hacer desde la Peña Taurina de Roquetas. Necesitábamos alguien que orientara al niño, por lo que convencí a Emiliano Machín, que en sus tiempos mozos fue torero, novillero sin caballos para más señas, en unos tiempos que igual te salía uno de 200 kilos como uno de 400 y cuando terminabas tu actuación por algún pueblo del centro de España, el cobro se hacía pasando el manguito y a ver qué te daban.
Ya teníamos profesor y alumno. Otros dos o tres chavales más, también se interesaron por eso del toro, con más o menos afición y cualidades. Durante un tiempo, todas las semanas se podía ver en la Plaza de Toros de Roquetas de Mar, los sábados y algún domingo, un grupito de chavales con capotes y muletas, con unos cuernos de toro con los que, tras un calentamiento previo corriendo por el ruedo, se ponían a jugar a eso de embestir, que es como se empieza.
Pero había uno muy pequeñito que casi no podía con la muleta y no digo ya con el capote. Y el niño creció, tanto en altura como en afición. Los conocimientos de Emiliano se quedaron cortos, pero fue la base sólida para que, aprovechando un cambio de domicilio de la familia, ingresara en la Escuela Taurina de Granada y le dieran la oportunidad de ser torero.
Su primer novillo fue un burraquito de José Romero Serna y Ana Pomar, que se quedaba algo cortito en las embestidas pero que sirvió. Lanceó de capote a su enemigo con soltura toreando templado con la muleta. En los tendidos, su profesor, que ya no le decía nada, no hacía falta, estoy seguro que en la cabeza del torero resonaban las palabras de Emiliano, cuando en la Plaza de Toros de Roquetas le decía: “¡Bien Juanjo, bien! Eso es, bájale la mano, sin prisas, que las prisas son para los ladrones y los toreros malos, crúzate un poquito. ¡Ahora! ¿Ves cómo embiste? Una serie más. ¡Ole los toreros buenos!”.
Y cuajó la faena, matando de media en el hoyo de las agujas.
Roquetas tiene un torero.