Pasión, lucha, amor, emoción. Toda la intensidad de la danza se desplegó este viernes en la representación de ‘El Pájaro de Fuego’, llevado a escena por el Ballet de la Generalitat Valenciana. Una hora de máxima calidad, expresividad y belleza para narrar una historia convertida en música por Igor Stravinski.
La trama sobre la que revolotea el ballet se centra en el príncipe Iván, que se adentra en el bosque y enfrenta a un pájaro de fuego. Le vence, pero finalmente le perdona la vida y este, a cambio, le regala una pluma. Más adelante el príncipe es capturado, reclama la ayuda de su amigo el pájaro de fuego y este le salva. Termina, como todo cuento, con final feliz y amor entre el príncipe y princesa. Una danza basada en las historias folclóricas rusas sobre un ave mágica de intensa brillantez. Un ballet perfectamente conjuntado, cuyos integrantes derrocharon plasticidad y maestría en la interpretación de las diferentes piezas.
Con una escenografía contemporánea, basada en el juego de unos espejos gigantes, la docena de bailarines se coordinan de manera mágica para hacer disfrutar al público con movimientos muy bien estudiados, buena teatralidad y, sobre todo, una técnica depurada.
El Ballet de la Generalitat Valenciana está dirigido por Inmaculada Gil-Lázaro y desborda talento en cada uno de sus integrantes. Una revisión que encierra la magia de los grandes ballets rusos de principios del pasado siglo, junto con la modernización más dinámica de la actualidad.
Además, la noche arrancó con una estética urbana. Vaqueros y camiseta para interpretar en la primera media hora los números ‘Dúo y Trío’ extracto de Mabul (1992), con música de Vivaldi y Stabat Mater, ‘Park’, extracto de Moshe (1999), con música de Pan Sonic y Ohad Naharin y una adaptación ‘Bolero’ (2008), inspirada en la popular pieza compuesta por Maurice Ravel.
