Ballena varada en la playa de Almería: la desvergüenza se sublima

Ballena varada en la playa de Almería: la desvergüenza se sublima

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La llegada a la playa de Torre García de una ballena muerta ha vuelto a dejar en pelotas a nuestros egregios gobernantes. Obsesionados con despellejar al contrario; obstinados en abonar el terreno para las próximas elecciones; agazapados en sus despachos por el bochorno de las corruptelas, abandonan sus obligaciones ignorando las necesidades de su entorno mientras se doctoran en cinismo e incapacidad.

Desde casi el amanecer hasta media mañana un pequeño grupo (cinco personas) de voluntarios ecologistas intentaban infructuosamente sacar del mar al desafortunado animal y, al mismo tiempo, cortarle unas decenas de kilos me imagino que para su postrer análisis. En la playa, medio enterradas sus ruedas en la arena, un cuatro por cuatro tensaba una maroma para que la ballena no se separara de la orilla.

En total, siete esforzados ecologistas y un sin fin de curiosos. Entre tanto ni una sola presencia de la Agencia del Medio Ambiente, ni de la de la concejalía responsable, ni de la policía, ni de la Guardia Civil. Nadie. Nadie. Nadie de un organismo oficial que aportara ideas y conocimientos ad hoc; que ofertara material apropiado, o que trajera un vehículo apropiado para retirar la ballena de la orilla.

 

Bueno, nadie no: los vecinos, los ciudadanos que pagan los impuestos, que luego van a parar a salvar bancos y a engrosar los bolsillos de unos cuantos granujas (y encima tendrán la desfachatez de negar subvenciones a las organizaciones de estos jóvenes que han trabajado a destajo y han utilizado sus coches y su gasolina y a los que sólo se les pagará con el silencio).

Las autoridades responsables dormían beatíficamente (al menos hasta las 11’30 de la mañana) mientras los ciudadanos se irritaban por el espectáculo bochornoso de su ausencia. Y es que todo va por sus cauces normales: a un octubre negro le seguirá un noviembre, y un diciembre, y un enero igualmente negros e indignantes. Seguro. Porque la desvergüenza se sublima.

Artículo extraído de La Opinión de Almería.

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