Fueron unos renovadores, unos rupturistas y un grupo artístico que, con pocos criterios estéticos en común, lograron renovar la fotografía española que se había hecho hasta los años cincuenta y adpatarla a los cánones artísticos de la época, para sentar las bases para la evolución del arte fotográfico y llegar hasta lo que es hoy día. La Agrupación Fotográfica Almeriense, impulsada por José María Artero y Carlos Pérez Siquier, logró cambiar la mirada de los fotógrafos de la época, que pasaron de buscar grandes representaciones casi teatrales y pictoralistas, a descubrir el valor de una mirada, la impresión que pueden causar la pequeñas cosas y la emoción que transmiten las situaciones sencillas y cotidianas, sin caer en el costumbrismo.
Era una época dura en la que la censura y la presión del régimen franquista estaban a la orden del día, pero los componentes de este grupo artístico supieron sortear las prohibiciones y se cargaron de valor para salir a la calle armados con sus cámaras a retratar una sociedad, un momento, la historia de un país sumido en la oscuridad.
Después de más de medio siglo de su nacimiento, la Agrupación Fotográfica Almeriense, más conocida como AFAL, sigue de actualidad con la concesión de la Medalla de Oro de Instituto de Estudios Almerienses a Carlos Pérez Siquier, la presentación del documental ‘Afal una mirada libre 1956-1963’, dirigido por Alberto Gómez Uriol y producido por la almeriense 29Letras, y, por desgracia, por el fallecimiento de Ricard Terré, miembro de AFAL, unas semanas después del estreno del documental.
Y es que en la época actual, cuando la fotografía vive una de sus mejores épocas, auspiciada por el boom de lo digital y la popularización de la tecnología, son muchos los que se sienten atraidos por un pasado no muy lejano, en el que verdaderos pioneros echaron mano de su imaginación y sensibilidad para sacar de la nada un movimiento artístico que ha llegado hasta hoy.
El grupo AFAL nació en Almería, de la mano de Carlos Pérez Siquier y José María Artero, dos jóvenes con muchas inquietudes artísticas que vieron necesario plasmar en una revista sus pensamientos, sus imágenes y, en definitiva, una nueva forma de ver la fotografía y el arte que rompía con los cánones impuestos por la dicatura franquista. Lo primero que llama la atención sobre AFAL es su origen. ¿Cómo en una Almería en los años cincuenta, prácticamente olvidada por las instituciones, y hundida en una carestía tan importante que la hacían casi una tierra subdesarrollada surgió un movimiento artístico como éste? Eso es algo que los propios fundadores de AFAL no son capaces de explicar. El caso es que su nacimiento fue bien sencillo; Carlos Pérez Siquier y José María Artero se lanzaron a una aventura sin parangón por estas latitudes con la creación de la revista AFAL, dedicada a la fotografía y que también daba cabida a otras tendencias artísticas como la literatura o el cine. Con esta publicación, sus impulsores pretendían llegar a todos los quioscos del país. En torno a AFAL se agruparon además de Pérez Siquier y José María Artero, otros nombres destacados como Oriol Maspons, Ricard Terré, Ramón Masts, Alberto Schommer, Joan Colom, Francisco Ontañón, Joaquín Rubio Camín, Gonzalo Juanes, Josep María Albero, Leopoldo Pomés y Ángel de la Hoz.
Como dice Laura Terré, una de las mayores conocedoras de este grupo e hija de Ricard Terré, “la ambición de Artero y de Pérez Siquier fue salir de Almería para encontrar voces amigas. En las agrupaciones fotográficas de todo el estado había fotógrafos inconformistas que reaccionaron rápidamente al llamamiento de AFAL: ‘!Queremos objetivos libres!’”.
Con esa intención, la de liberar los objetivos, AFAL inició una renovación en la forma de entender la fotografía que, de una forma u otra, se mantiene hasta nuestros días. Una de las principales rupturas de estos jóvenes inquietos la costituyó la recuperación de la tradición de la fotografía anterior a la Guerra Civil, una fotografía de vanguardia que quedó condena al olvido por el pictoralismo introducido por la dictadura. “Después de la Guerra no quedó nada de lo que había sido el movimiento de las vanguardias durante la República, que defendían el carácter expresivo pero también útil de la fotografía: el fotoperiodismo, la publicidad y la fotografía aplicada a todos los campos de la cultura”, asegura Laura Terré.
El panorama estético que Carlos Pérez Siquier y los suyos encontraron en su juventud estaba marcado por una fotografía profesional adscrita al Movimiento y una amateur condicionada por los dictámenes de las agrupaciones fotográficas. Frente a estas dos posturas, AFAL intrudujo una mirada libre, una forma de hacer amateur entre los profesionales y una forma comprometide de entender la fotografía entre los aficionados. Es decir, defendieron la fotografía como comunicación, introdujeron el compromiso de la mirada con el tiempo que les tocó vivir.
Ese compromiso con su época y, sobre todo, la introducción de una nueva mirada en la fotografía desde Almería fue lo que llevó a la productora 29Letras y a Alberto Gómez Uriol a embarcarse en la producción del documental. “La iniciativa partió de la productora. Nos dimos cuenta de que había sido un movimiento fotográfico muy importante y que era prácticamente desconocido, tanto en Almería como en el resto del país, exceptuando en los ambientes estrictamente fotográficos”, asegura Gómez Uriol, “y nos llamó mucho la atención que todo ese movimiento se gestase y coordinase desde Almería en los años 50”.
En ‘AFAL una mirada libre 1956-1963’ se narra cómo un colectivo de jóvenes fotógrafos aglutinado e impulsado desde Almería, revolucionó y cambió el rumbo de la estancanda fotografía pictoralista de la época. A través de las intervenciones y las fotografías de muchos de los miembros del grupo, el documental recoge las ideas de unos fotógrafos que ofrecían una mirada alternativa al tiempo que vivían, con un lúcido retrato de la oscura España de entonces.
Cuando Gómez Uriol se enfrentó al documental tenía claro que debía aparecer mucha fotografía, “pero el lenguaje audiovisual no soporta un excesivo uso de imágenes fijas, aunque no podía ser un documental de fotografía sin fotografías”. Otra duda que se planteaba el director del documental era la manipulación o no de esas imágenes, aunque esa duda quedó despejada cuando quedó clara la intención de “reflejar el trabajo individual de cada uno, porque era un grupo que estéticamente tampoco tenían una línea común, mostrando las fotos originales, sin ningún tipo de manipulación ni zooms, ni panorámicas… no quería desvirtuar la obra de estos fotógrafos”.
Y es que la fuerza de las fotografías de AFAL logran atrapar al espectador, lo hacen cómplice de una realidad pasada para convertirla en un momento imborrable de la historia. Quizá, muchos así lo indican, gran parte del éxito de estos autores fue el dar la cabida al azar y a la espontaneidad en el proceso creativo. Laura Terré lo deja claro, “los afales creían firmemente que una foto no podía ser construida, que la foto no se la podía ir a buscar, que la foto se presentaba de improviso, por eso, decían, siempre había que estar al quite. Una teoría que era coincidente con las ideas que Cartier-Bresson expresa en su texto ‘El instante decisivo’”.
Otro aspecto que que tiene mucho valor de la fotografía de este colectivo fue la intención de reflejar la vida que ellos vivían, y realmente fue esto lo que sí que les dio unidad como grupo artístico. Ellos se echaron a la calle y reflejaron el mundo en el que vivían. En ese sentido, los autores de AFAL trabajaron en un retrato muy lúcido, interesante y diferente del retrato oficial que se ofrecía de aquella España.
Laura Terré identifica los retratos de AFAL con documentos capaces de narrar lo sucedido en un época, algo que no era plato de buen gusto para el régimen. “Lo que realmente molestaba a las autoridades era que la gente normal de la calle gente tuviera protagonismo por encima de cualquier finalidad artística (como por ejemplo los cuadros costumbristas que se llevaban tanto en esa época…)”, asegura esta experta en AFAL. Con la fotografía «verdad», la gente de la calle se mostraba a sí misma con orgullo, aún padeciendo miseria y opresión. Esas miradas sostenidas de los niños y las mujeres en las fotos de Pérez Siquier, por ejemplo, son auténticos cantos revolucionarios.
Y es que, entre los trabajos más destacados de los autores de este grupo está la serie que Carlos Pérez Siquier le dedicó al barrio de La Chanca. En sus imágenes se daban cita la miseria, la necesidad y también las penalidades de un barrio lleno de mujeres y niños porque los hombres estaban emigrados o en el mar. Pero, además, en cada una de las fotografías de esta serie de Pérez Siquier se pueden ver la sinceridad, la ternura, la necesidad de un aire de esperanza que evidencian las miradas de los personajes de esta zona de la Almería de los años 50 y 60. Eran unos defensores de mantener una mirada comprometida, una mirada valiente para ser capaces de, como ellos decían, “ser testigos del tiempo que nos ha tocado vivir”.
Y como verdaderos cronistas, qué mejor que lanzar una revista en la que tuvieran cabida todas sus impresiones, inquietudes y planteamientos estéticos. Laura Terré habla de la revista AFAL como “algo más que una revista de fotos”. En esta publicación que se mantuvo desde 1956 hasta 1963 se compaginaba la poesía, el cine, el arte y la fotografía; y es que uno de los postulados del grupo consistía en ser un fotógrafo “formado”, interesado en la literatura, el cine, la música y la pintura. De hecho, crearon un precedente y “cuando la revista Afal desapareció, en el año 1963, la editorial Lumen, que dirigía Esther Tusquets, creó una colección de libros de fotografía que relacionaban la Imagen y la Palabra, como decía su título. Este proyecto había sido comentado previamente con los directores de AFAL y hubo incluso un intercambio de pareceres sobre autores. Y es que SE habían ganado el prestigio como para asesorar a una importante editorial catalana. Y los autores que publicaron fueron todos miembros del grupo”, afirma Laura Terré.
AFAL también consiguió trascendencia internacional de instituciones tan importantes como el MOMA de Nueva York, que se interesó por las imágenes de algunos de los autores que aparecieron en el ‘Anuario de la Fotografía Española’, publicado por Artero y Pérez Siquier en 1958. De hecho, los autores de AFAL fueron los primeros españoles que, como define Terré, “lograron conquistar, en los años 50, las galerías de arte moderno, donde nunca se había expuesto una fotografía «artística», por lo caduca y conservadora que era…”.
Sin embargo, a pesar de su importancia, el grupo, una vez disuelto y desaparecida la revista, quedó un poco en el olvido. Cada uno de los autores tomó su particular camino profesional y AFAL pareció no dejar rastro pasados los años. Con la muerte de Franco, los fotógrafos de los 70 rompieron con todo lo anterior, incluso con AFAL. Fue a partir de los 90 cuando se recuperaron estos nombres para los museos, pero, como dice Terré “los fotógrafos de AFAL todavía estaban llenos de vitalidad y de proyectos (pensemos en el Pérez Siquier, en el Colom, en el Terré de los noventa…) y no se resignaban a ser homenajeados como si estuvieran muertos”.
Ahora que muchos ya han desaparecido y otros tantos han dejado de producir, dejan que se les homenajee, que se recupere su trabajo y que se difunda el cambio de mirada introducido por unos jóvenes inquietos, con muchas ideas y pocos recursos, compensados con un extra de ilusión y creatividad. AFAL no ha desaparecido de la memoria colectiva, sino que ha sentado las bases para la eclosión actual de la fotografía.