Las estrellas desaparecen de las ciudades

Las estrellas desaparecen de las ciudades

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Las ciudades del siglo XXI están llenas de comodidades, de avances tecnológicos que hacen la vida más fácil a los urbanitas de hoy en día. Sin embargo, esa cantidad de avances tecnológicos esconde una realidad que puede ser dramática: Las fuentes de luz artificiales (las farolas de toda la vida) impiden ver las estrellas. Pues para ser conscientes de lo que significa este fenómeno, un científico de Calar Alto ha ideado un dispositivo que mide la contaminación lumínica.

Jesús Aceituno es un astrónomo de Calar Alto que ha desarrollado este dispositivo capaz de determinar la cantidad de contaminación lumínica provocada, principalmente, por una disposición errónea y un diseño desacertado de las farolas.

Este nuevo sistema que acaba de ser estrenado en el Parque Nacional de Doñana pondrá una cifra al 50% de la luz que ‘desperdician’ las farolas. Debido a un diseño poco acertado, las farolas dispersan en la atmósfera la mitad de la luz que producen, lo que también se traduce en un aumento del gasto en energía, un incremento en las emisiones de CO2, así como un gasto más elevado en la factura energética.

El dispositivo ideado por este científico de Calar Alto consiste en una cámara fotográfica de alta sensibilidad. ASTMON, que así es como se llama el medidor, utiliza tres filtros de colores diferentes para poder detectar las diversas fuentes de luz. El nuevo dispositivo mide el flujo de fotones del cielo, que representa su brillo superficial. Este dato se aplica a una fórmula con la que se obtiene una magnitud de la contaminación lumínica. Este investigador asegura que esta fórmula determina que un lugar con buena visibilidad nocturna debe tener una cifra de 21,7 unidades.

En poblaciones con unos 100.000 habitantes la cifra se sitúa en unas 18 unidades, es decir, el aumento de cada unidad supone un descenso del brillo superficial de 2,5 puntos, por tanto, una zona como Almería capital tiene 6,25 más brillo superficial que otra con 20, como ocurre en el caso de Doñana.

Y la contaminación lumínica no sólo limita el poder ver las estrellas, sino que va mucho más allá al afectar a los ritmos biológicos de algunas especies, como las aves nocturnas migratorias.

 

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