Son muy pocas las ocasiones que la historia más reciente de nuestro país nos brinda para celebrar hechos que marcaron positivamente el transcurso político de nuestro devenir histórico. El 3 de abril puede ser, en lo sucesivo, una de esas fechas, ya que no debe cesar su trascendencia en el recorrido de un acto puramente institucional. La llegada de la democracia a los municipios, o lo que es lo mismo, la democratización de las corporaciones locales, supuso una de las mayores conquistas del periodo de la transición a la democracia; y no sólo desde el punto de vista político y social, sino también, y fundamentalmente, desde la óptica historiográfica. Y es que, tal y como afirma el profesor Rafael Quirosa, la transición se presenta a menudo como un plan perfectamente elaborado por las élites, cuya dinámica estaba focalizada en las grandes instituciones centrales del Estado. De ahí que abordar el estudio de la transición desde la micro-visión de las primeras corporaciones locales suponga atender a una propuesta de “historia desde abajo”, que nos permita conocer mejor el nacimiento de una nueva forma de gobernar, surgida en los pequeños rincones de los municipios de nuestra geografía, y que fue posible sólo bajo el amparo de la legitimidad política otorgada por las urnas democráticas de 1979.
Estas primeras elecciones municipales suponían la extensión de la democratización a los pueblos, la consolidación del sistema de partidos políticos, y un nuevo modelo de gestión municipal, íntegramente democrática y con una serie de enriquecedoras particularidades que hicieron de aquel juego político un proceso sui generis, quizás imposible en nuestros días. Los propios protagonistas del proceso -en el caso almeriense, los 972 concejales y concejalas que lograron su acta municipal en estas primeras elecciones- han relatado vivencias de ese periodo que responden más a la urgencia por implantar una cultura política democrática que estuviera por encima de cualquier cuestión partidista (nos referimos, por ejemplo, a la delegación de funciones de gobierno a concejales de la oposición para favorecer la funcionalidad municipal).
Sin embargo, es preciso reconocer que esta misión iniciadora del cambio de una realidad local necesitada de profundas transformaciones no estuvo exenta de problemas. El primero, y más fundamental, fue la apremiante crisis económica que obligó a los primeros ediles democráticos a afrontar esta etapa con escasos recursos económicos, aun cuando todas las planificaciones en infraestructuras estaban todavía por hacer. Además, las profundas y marcadas “huellas” del régimen dictatorial franquista harían acto de presencia y relegarían a la mujer al plano de la invisibilidad dentro de este proceso (en el caso de Almería, de los 972 cargos electos, sólo 20 serían mujeres -el 2,05% de los cargos electos-), algo que, por desgracia, se convertirá en un adinámica longeva y costosa de erradicar.
Con el paso de los años, la rotundidad que nos aporta la perspectiva histórica nos permite afirmar que este primer mandato democrático sentó las bases para el desarrollo posterior de toda la larga cadena de derechos adquiridos por los ciudadanos desde la firma de la Carta Magna. Los ayuntamientos han dejado de actuar como las sedes periféricas de la administración regional y central para gestionar los servicios que más necesita una ciudadanía criada en valores democráticos. Sin embargo, el camino fue y es tortuoso, ya que los ayuntamientos siguen contando con pequeños “desfases” que habría sido imposible abordar en el momento de su consolidación. Y es que, parafraseando nuevamente al profesor Quirosa, exigirle a la Transición mayores conquistas sólo demuestra ingenuidad o simple desconocimiento de la historia.
La descentralización política y administrativa sigue siendo una de las reivindicaciones fundamentales por parte de los actuales ayuntamientos; y es que, tras la construcción del Estado de las Autonomías, se hace necesario abordar una nueva descentralización y la apertura de nuevos espacios de resolución y de toma de decisiones en el ámbito local. Las mayores demandas municipales exigen que cese la actividad del gobierno regional en la toma de decisión en cuestiones que afectan puramente al ámbito local. De ahí que quizás sea hoy necesario replantear un nuevo proyecto de ley de régimen local, que concrete las competencias básicas de los ayuntamientos y adjudique los recursos necesarios para ejercerlas. Una reforma que ha de venir acompañada de otro cambio estructural de la propia administración regional, una reforma que potencie la capacidad decisoria de la estructura local y provincial.
Otra de las “reservas” que la democratización municipal dejó fue la representatividad femenina en las casas consistoriales, algo que sólo ha podido ser superado a golpe de ley. Y es que la implementación de las políticas públicas de igualdad de oportunidades (más precisamente, la Ley Orgánica 3/2007 para la igualdad efectiva entre hombres y mujeres, a través del establecimiento de mecanismos para la representatividad paritaria) ha proporcionado un distanciamiento no muy lejano de la situación de partida. Si bien en el año 1979, la provincia de Almería contó con tres mujeres que ocuparan el sillón consistorial, un total de 13 lo hicieron en el año 2007, tras la celebración de las últimas elecciones municipales. Es evidente, pues, que hace falta recordar que la participación equilibrada de hombres y mujeres en la toma de decisión es un requisito previo de la sociedad democrática, y por lo tanto, otra evidencia más de la imperfección edulcorada del proceso de transición a la democracia en nuestro país.
Se hace, así, evidente la necesidad de un estudio histórico que nos permita obtener un conocimiento más profundo de lo que fue realmente esta etapa histórica determinante en la configuración política y social del actual estado español. Un conocimiento que sólo puede venir de la iniciativa académica apoyada por la iniciativa institucional. El Centro de Estudios y Documentación de la Memoria Democrática en la provincia de Almería -experiencia innovadora liderada por el Instituto de Estudios Almerienses- es un buen ejemplo de este nuevo paso adelante, si bien es cierto que este paso fue dado ya en su día por muchos de los miembros del grupo de investigación Estudios del Tiempo Presente. Sólo así adquiere relevancia el estudio de un proceso tan fundamental en nuestra historia más inmediata, que ha modelado el carácter democrático de las generaciones vivas y venideras.