Numerosas iglesias de la región se ufanaban de contar con imágenes religiosas suyas. Son vírgenes desprovistas de adornos, de una sencillez que apasiona y desconcierta a la vez; niños que sorprenden, flotando ingrávidos ante la madre. ‘En mi época de juventud hice mucho arte religioso, pero a raíz del Concilio Vaticano II, esta temática decayó mucho. Las iglesias ya no me encargaban cosas, y decidí irme a Madrid, donde empecé a hacer arte profano’.
La segunda parte está dedicada a su producción profana, dentro de la cual, cerca de los retratos, es posible descubrir los motivos que le obsesionaban, como los caballos, las ciclistas, y sobre todo las mujeres, en los materiales que con más frecuencia utilizó: madera, bronce, barro y escayola.
‘Yo represento la mujer mediterránea, robusta, con presencia física’, mujeres con las que Campillo expresa su pasión y la sabiduría de una técnica que domina a la perfección. Pese a su opulencia, se trata de seres delicados, exquisitos, elegantes. Así las intenta transmitir Campillo, que reconoce que se trata de modelos recogidos de la realidad más cotidiana. ‘A mí me ha servido mucho observar. Estas señoras especialmente voluminosas son mujeres que yo veía en la playa, en el Mar Menor, son mujeres de la calle, la gente no las ve, pero yo si’.
En la exposición se incluyen también una serie de dibujos realizados al carboncillo y al grafito, que servían como bocetos previos a la realización de las esculturas.
Antonio Campillo nació en la Era Alta, pedanía de la ciudad de Murcia, en el año 1926. En 1942 se matricula en la Escuela de Bellas Artes de la Económica, donde recibió clases de Pedro Sánchez Picazo. A la vez, asiste como aprendiz al taller del escultor Juan González Moreno. En estos años desarrolló las peculiaridades y técnicas esenciales que definen su obra: el dibujo y el dominio del barro. En 1943 se matricula en la Escuela de Artes y Oficios de Murcia. Allí comenzó con una de las materias que más satisfacciones le han dado en su trayectoria docente: el modelado. Como profesor tendría a una de las figuras en la materia: Clemente Santos.
En el año 1946 gana en concurso oposición la beca de la Diputación Provincial para estudiar en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid. En los años 1948 y 1950 ganaría el primer y segundo premio en la Exposición Provincial. Años más tarde, en 1953, obtuvo el ‘Premio Fin de Carrera’ y fue galardonado con el Premio Nacional Salzillo con la obra ‘Virgen de la Salud’. Como todo buen estudiante tuvo su viaje fin de estudios y como amante de la cultura y el arte recorrió países como Italia, Francia, Alemania y Grecia.
El año 1966 marcaría su carrera profesional, ya que obtuvo la cátedra de modelado en la Escuela de Artes y Oficios de Córdoba. Dos años después es becado por la Fundación Juan March y expone en esta sala su obra ‘Venus en Bicicleta’, con la que obtendría por segunda vez el ‘Premio Nacional Salzillo’. Su obra se vio relanzada en el año 1970, ya que el Ayuntamiento de Madrid le encargó las esculturas de una de las fuentes de su Plaza de España.
Para la Escuela de Artes y Oficios de Madrid obtuvo en 1977, por oposición, la plaza de modelado, al igual que años atrás la había conseguido en Córdoba. En el año 1979 expuso en solitario en Madrid su colección ‘Ocho escultores diferentes’, y en el año 1980 en el Salón de Escultura. En los años 80 participó en numerosas exposiciones colectivas. La Exposición Universal de Sevilla en 1992 le dio la oportunidad de participar en el pabellón de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia.
En 1998 realiza la obra ‘Nazareno’ para el Ayuntamiento de Murcia. Hoy en día se puede contemplar esta escultura en el Museo de la Ciudad de Murcia. En 1999 sería de nuevo reconocido por la ciudad que le vio nacer y realizaría una exposición individual en el Centro de Arte Palacio Almudí de Murcia. Un año después participó en la exposición monográfica ‘Murcia, 1956-1972: una ciudad hacia el desarrollo’. El mismo año es nombrado académico de la Real Academia de Bellas Artes Santa María de la Arrixaca de Murcia y se le otorga el ‘Laurel de Murcia’, de la Asociación de la Prensa en la sección de cultura.
En el año 2002, atraído por el nuevo desarrollo cultural que tuvo lugar en el municipio murciano de Ceutí, donó una de sus obras, ‘La Ciclista’, al Museo al Aire Libre. Las calles y plazas de Ceutí se habían convertido en un auténtico museo con obras de José Planes, Rafael Canogar, Pepe Yagües, Manuel Valdés o Belzunce. También realizó una donación al Ayuntamiento de Ceutí de varias obras suyas, así como una parte de su colección de cuadros privados. El Consistorio pensó alojar las obras de Antonio Campillo en un antiguo palacete del siglo XIX, que había sido rehabilitado como Museo Etnográfico. Había nacido el germen del futuro museo. Ese año es nombrado hijo adoptivo de Ceutí y prepara la donación de la Ermita de Pedriñares.
En 2003 realiza de nuevo una exposición individual en Murcia. En esta ocasión tendría lugar en la Sala de la CAM y llevaría por título ‘De lo religioso a lo profano’. En 2003 también vería la luz el Museo Antonio Campillo de Ceutí.
En los últimos años, Antonio Campillo Párraga regresó muy cerca de sus orígenes para trabajar en su casa-estudio del camino del Badel, en la huerta murciana. La llama de su vida se apagó el 16 de mayo de 2009 en Murcia después de una larga vida dedicada al mundo del arte.