‘Yo, también’, cuenta la historia de un joven con síndrome de Down que inicia su vida laboral en unas oficinas de la Junta de Andalucía en Sevilla. Es la primera persona, aquejada de síndrome de Down, que ha obtenido el título de Magisterio y es licenciado en Psicopedagogía. Eso sí, el trabajo que realiza no tiene nada que ver con lo que ha estudiado. Su puesto de trabajo es de auxiliar en la oficina, donde es acogido con el paternalismo protector propio de estos casos. Y frente a esa situación, el personaje adopta una actitud de observación, contemplativa, con una mirada desde la que domina el territorio que le observa a su vez. Es el principal gesto sobresaliente en el desarrollo interpretativo del actor, que proyecta su interior para reclamar su condición de ser humano, sin diferencias, como los demás (“yo soy un hombre”, grita con rabia en un momento de la película cuando no le dejan entrar en un local nocturno).
El personaje que camina paralelamente con Pablo Pineda, es el interpretado por la actriz Lola Dueñas. Es la compañera de oficina, refugiada en Sevilla tras la huida de su entorno familiar madrileño. Mantiene su secreto y escapa cada día a discotecas y otros locales de la noche. Lola Dueñas y Pablo Pineda configuran el itinerario argumental, en una historia de amor imposible, que condiciona la evolución de los personajes y que será la base para que Lola Dueñas regrese al mundo de los sentimientos frente a la frivolidad del exterior.
Lo curioso de la película es que no se centra exclusivamente en la historia del joven con síndrome de Down, sino en los personajes y su peculiar ambiente (oficina, algunas referencias familiares y el centro danza para jóvenes con Síndrome de Down, que amplia el abanico de historias posibles en ‘Yo, también’). No sabemos nada de la infancia de Pablo Pineda, de su paso por la Universidad, salvo algunas imágenes documentales. La película se sumerge en la ficción pero con componentes del género documental. Y luego, no sigue un proceso lineal en la historia, sino que se proyecta el argumento narrativo a través de situaciones concretas, momentos esporádicos por donde avanza la construcción de los personajes y sus reacciones ante cada situación. Probablemente sea éste el gran acierto narrativo de la película.
Hay una historia paralela, que es la que emerge desde las evoluciones de los bailarines con síndrome de Down en la academia de Danza. La historia de Lucía y Pedro, que protagonizan una escapada, entre los aplausos de sus compañeros de academia cuando se conoce la noticia. Seguramente podría haber sido mejo aprovechado visualmente en su tratamiento. Otro momento fugaz, de una gran fuerza dramática, es el reencuentro de Lola Dueñas con sus hermanos. En primer plano, un hermano silencioso, taciturno. Pocos segundos en la pantalla, pero suficientes para proyectar una imagen trágica oculta que introduce un enigma que en ese momento convulsiona la película.
Al final, un tono de comedia pone sonrisa al melodrama. Queda la sensación de que algo importante ha pasado ante el espectador. Otro mundo cotidiano, próximo y cercano, que se ha apoderado de todos nosotros. Por las sensaciones, permanece una historia de nuestra realidad para hacer posible una manera de ser en los caminos del cine español. En el cine andaluz. ‘Yo, también’ es una película que se sitúa en el escenario con toda brillantez, con un corto presupuesto y superando sus limitaciones. Es un ejemplo de que para hacer una buena película no hace falta necesariamente un gran presupuesto. Hace falta creatividad, imaginación, capacidad para mirar los entresijos de la realidad y honradez intelectual. Y por supuesto, saber de cine.
(Publicado en IDEAL-Almería, lunes 2 de noviembre, 2009, página 22)