Ruido y un cuerpo que se agita en la tenue luz del escenario. Así comenzó ‘Brea y Plumas’ anoche en el Apolo. Esta propuesta del programa Delicatessen era sencilla, sobria, sin florituras, adornos o grandilocuencias solo Beatriz Palenzuela tratando de liberarse de sí misma. La expresión de la bailarina era de sufrimiento puro, las manos siempre en contacto con el cuerpo y un grito ahogado que no consiguió salir hasta que cesó aquel ruido agudo y en el silencio seguía agitándose por las tablas. Una danza intranquila, desacompasada, frenética. Babirusa Danza programa Delicatessen en el Apolo
Un simbolismo crudo que hizo levantarse de las butacas a 5 espectadores, puede que por lo inquietante y desagradable que resultaba mirar y no poder hacer nada por sosegarla. Cuestión de paciencia, pronto asomó tímida una melodía de cuerda que dio paso a la fluidez, al despertar del cuerpo. Fue cuando tornó salvaje para representar el patriarcado, asemejaba un primate, los nudillos en el suelo y la larga melena cubriendo su cara, de fondo un inquietante discurso de Hitler, como iluminación una sirena roja.
Y entre tanta oscuridad y hostilidad, una micra de luz brilló, un fuego al que la bailarina dio calor y cuidó para que no se apagara. Ataviada con camisa y pantalón oscuros alzaba el brazo de manera autoritaria, a la militar manera del líder nazi. A la vez que salían plumas de su abultada ropa, fue su manera de decir «sois unos gallinas».
Una cascada de plumas caían al ritmo de la sonata para piano de Beethoven Nº 14, Claro de Luna, envuelta por aquel torbellino de aire blanco, libre, como Delacroix representó ‘La libertad guiando al pueblo’, siguió bailando Palenzuela. Y por aquellas se calló la sonata y siguió la danza, al ritmo de la música que solo ella llevaba en sus oídos. Al poco terminó la función. Un cierre e inicios rotundos, sin edulcurantes.
Una presencia, un cuerpo, que llevó al Apolo la plaza ‘Solución’ llena de indignados durante el 15M, que dio esperanza con esa varita de luz, se liberó del opresor, incluso de su propio cuerpo y, me recordó lo gallina que puedo ser.