El renacer de las monedas de La Mercedes

El renacer de las monedas de La Mercedes

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Tras una larga batalla judicial, las monedas de la fragata Nuestra Señora de las Mercedes forman parte del patrimonio del país. ¿Pero qué ocurre tras sacarlas del agua? Las monedas se exponen a su deterioro, algo que intentan evitar investigadores de la Politécnica de Cartagena encargados de desarrollar nuevas técnicas para su conservación.

El 5 de octubre de 1804 se hunde la fragata Nuestra Señora de las Mercedes en la Batalla del Cabo de Santa María, en un enfrentamiento con navíos de la Armada Británica. Este suceso fue el preludio de la Batalla de Trafalgar y también el de una batalla judicial que se desencadenó dos siglos más tarde entre el Estado español y la empresa cazatesoros estadounidense Odyssey Marine Exploration, a cuento de la titularidad del capital en monedas de plata y oro que portaba la embarcación española.

Las cerca de 500.000 monedas de plata y oro que contenía en sus bodegas eran un preciado tesoro para la España de Carlos IV que, hundida en la miseria, se veía obligada a importar el preciado metal desde las colonias de ultramar. Era una solución que para aliviar las cuentas de la Hacienda pública, que quedó frustrada por un enfrentamiento en el Golfo de Cádiz que se llevó por delante la vida de cerca de 300 personas y que fue duramente criticado por cruento en la Inglaterra de la época.

El tesoro, 17 toneladas en monedas, regresó a España en febrero de 2012, con lo que se ponía fin a una batalla legal que duró cinco años. Sacar las monedas del mar supuso una oportunidad para conocer mejor el pasado de nuestro país, pero al mismo tiempo planteó una serie de dudas. Por ejemplo, de qué forma se deben custodiar para que asegurar su conservación. Ahí es donde entra un equipo de investigación del Servicio de Apoyo a la Investigación Tecnológica (SAIT) de la Universidad Politécnica de Cartagena (UPCT), que se ha encargado de someter a algunas de las monedas de la Mercedes a las técnicas de análisis más modernas, con el objetivo de diagnosticar su estado y determinar cómo conservarlo del modo más adecuado.

Los trabajos se han llevado a cabo gracias a un convenio entre el centro cartagenero con el Museo Nacional de Arqueología Subacuática de Cartagena (ARQUA) y el Museo de Arqueología Nacional de Madrid, donde actualmente se encuentran expuestas algunas de las monedas que forman parte del tesoro rescatado de las profundidades del océano por Odyssey. Además, algunas de las piezas del tesoro de la Mercedes forman parte de la exposición ‘Tesoros. Materia, ley y forma’, que hasta el mes de abril puede verse en el Museo de Cartagena y en la que se reúnen colecciones de monedas de todas las épocas, desde las primeras que se introdujeron en el sureste de la Península Ibérica, a partir del conflicto púnico-romano en el 237 a. C., hasta algunas piezas del siglo XX como los ‘pelones’ de la época de Alfonso XIII, emitidas en 1890 y en las que aparecía un rey bebé, o las pesetas que todos hemos conocido.

El estudio de las monedas ha sido coordinado por Isidro Ibarra, director del SAIT, para quien esta tarea ha sido “toda una experiencia”. Y su realización se ha llevado a cabo con un diálogo constante con expertos de ARQUA, como el químico Juan Luis Sierra. Los investigadores se han encontrado cara a cara con la historia de este país y también con las miserias de un imperio en horas bajas, obligado a buscar capital hasta debajo de las piedras para asegurarse su supervivencia.

A los científicos del SAIT y al resto de expertos que asesoran al Ministerio de Cultura les preocupaba cómo detener la corrosión de las monedas después de haber pasado más de 200 años debajo del mar, y que tienen que ver con la formación de sales de plata y cobre. “Hemos encontrado monedas con diferentes síntomas”, dicen los investigadores, ya que no todas las piezas han estado expuestas a las mismas condiciones bajo el agua, sino que, en diferente grado, han estado en relación con seres vivos, otros materiales del barco, “fundamentalmente fundiciones de hierro”.

Las monedas encontraron un cierto “equilibrio” en el ambiente subacuático que es lo que les ha permitido llegar a nuestros días. Sin embargo, al sacarlas a la superficie se cambió de forma radical su ambiente, que “desencadenó la acción de múltiples factores de alteración que, de no ser controlados, pueden dañarlas de forma irreversible”. Odyssey no dio mucha información de los tratamientos a los que fueron sometidas las monedas, aunque estudios realizados por el Instituto de Patrimonio Cultural indicaron que no había que temer por la conservación de las piezas de plata, afirman los investigadores.

Las monedas han sido sometidas a técnicas de última generación para diagnosticar su estado de conservación actual. Técnicas como la difracción de rayos X, el plasma de acoplamiento inductivo, la cromatografía iónoca y la observación con microscopía electrónica y óptica. “Todas estas técnicas se emplearon para determinar la naturaleza de las concreciones que aparecen en la superficie de las monedas, para controlar el estado de las disoluciones en las que se encontraban cuando fueron recogidas y para conocer el grado en que los fenómenos de corrosión se seguían produciendo”.

Isidro Ibarra en el laboratorio.

Tras la entrega de las monedas a España, los investigadores se encontraron con una cantidad de piezas que jamás nunca antes habían manejado. “Para ello fue necesario realizar un análisis de la situación de partida, de los objetivos a corto, medio, largo plazo y el testado de diferentes tratamientos de conservación, que fue presentada a una Comisión de especialistas en conservación de material numismático”. En el caso de las monedas expuestas en Cartagena, los trabajos se encaminaron a la remoción de las sales de cobre inestables mediante el uso de agentes quelantes y un posterior tratamiento de reducción química. Tras su neutralización, se procedió al secado y limpieza final con medios mecánicos. Y una vez en el museo, las piezas

se encuentran aisladas térmicamente, a una temperatura constante y una humedad inferior del 40%; además se realiza un registro continuo de los valores de humedad relativa y temperatura que proporciona el sistema de monitorización ambiental, para conocer su evolución y detectar cualquier incidencia.

Con estas condiciones, las piezas pueden perdurar en el tiempo y mantenerse para que las generaciones futuras tengan oportunidad de acercarse a la historia de este país.

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