El reto de alimentar a la acuicultura

El reto de alimentar a la acuicultura

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El consumo de pescado fresco ha llevado al agotamiento de los caladeros tradicionales, y ha impulsado la producción de peces en cautidad. Sin embargo, el elevado coste de los piensos resta competitividad al sector, que busca alternativas en la producción de harinas a base de insectos, mucho más baratas y ecológicas.

Pasear por uno de los mercados de abastos andaluces es siempre una experiencia única. La sociedad actual nos ha acostumbrado a los productos envasados, bien presentados en las estanterías de los súper o hipermercados; a los platos precocinados; a los alimentos congelados, que rara vez mantienen su aspecto original. Y extraña ver los productos frescos, tal cual han salido de la tierra o del mar.

Sin duda, el espacio dedicado a las pescaderías es el que más curiosos aglutina. El paseante de mercado siente una especial atracción por los productos del mar. No los conoce, le resultan extraños, pertenecen a un mundo muy desconocido para él, sobre todo cuando esto se realiza en ciudades costeras, donde la riqueza de pescado es mucho mayor.

La dieta mediterránea nos ha enseñado que comer pescado es uno de los gestos más sanos, y nos ha acostumbrado a que estos productos estén presentes en la mesa muy a menudo. Sin embargo, este gesto tan saludable no lo es tanto para el mar.

El consumo de pescado ha provocado el agotamiento de los caladeros y esto conduce a que la acuicultura sea una de las alternativas más interesantes para comer pescado fresco y de calidad, sin peligro de arrasar con la vida natural de los mares.

Las producciones piscícolas son una fuente de alimento y de riqueza muy interesantes, pero todavía queda mucho por hacer, sobre todo a la hora de conseguir un alimento idóneo y económico para esos peces, para que lleguen a las pescaderías a un precio competitivo y con unas condiciones de equiparables a las del pescado salvaje.

Garrucha cuenta con una instalación de engorde de atún.

Uno de los problemas con los que se encuentran las granjas acuícolas es el precio de los piensos con los que alimentan a sus peces. Hasta ahora, el alimento de los pescados de granja se componía de piensos elaborados con harinas de pescado, capturado en las costas chilenas y peruanas, principalmente. Sin embargo, esta práctica no es la idónea para el medio ambiente, ya que por no esquilmar unos caladeros se acaba con otros. Por eso, desde el mundo de la ciencia se trabaja en aportar nuevas soluciones que acaben con esta masacre en el Pacífico. Soluciones más ecológicas y, claro, también más económicas.

Y es que muchos expertos coinciden en calificar como “insostenible” el cultivo de peces a base de harina de pescado. Por un lado, para la producción de este alimento son necesarias cantidades ingentes de pescado, algo que acentúa la crisis de capturas actual; del mismo modo, la escasez de pescado provoca que estas harinas incrementen su precio, sobre todo también desde que se empezasen a utilizar en la alimentación de animales terrestres, a raíz de la crisis de las vacas locas.

La tilapia es una especie de agua dulce poco explotada en España.

Evidentemente no hay una solución total al problema, pero expertos como la profesora de la Universidad de Almería y experta en acuicultura, María José Sánchez-Muros, asegura que hay que encaminar la investigación a lograr una solución intermedia, que consiste en la mezcla de las harinas de pescado tradicionales con otras elaboradas a base de insectos, que aportan el componente protéico que necesitan los peces.

Una salida, cuya clave sea “encontrar la combinación adecuada: un poco de harina de pescado, un poco de insecto, incluso incorporar los desechos de la industria de transformación”.

El caso es que ahora más que nunca resulta necesario encontrar un aporte proteico capaz de sustituir la harina de pescado. Ensayos con insectos y con microalgas centran parte de la atención de la comunidad científica, aunque aún deben pasar algunos años y muchas pruebas de ensayo para llegar a un resultado satisfactorio. En cualquier caso, el primer paso ya está dado que es la identificación del problema, ahora es cuando hay que buscar la solución.

El grupo de investigación de Ecología Acuática y Acuicultura de la Universidad de Almería trabaja en el desarrollo de unas harinas para la alimentación de pescado realizadas a partir de insectos. Con esta nueva materia prima sustituta del pescado se acaba de un plumazo con la explotación de los recursos marítimos, al tiempo que se reducen de forma significativa los costes y, en última instancia, incorpora a este ciclo un sector como el de la producción de insectos, en un principio para la lucha integrada, que ve en estas nuevas explotaciones otra vía para dar salida a sus productos, es decir, a sus insectos.

Elconsejero de Agricultura, Pesca y Medio Ambiente, Luis Planas, visitó Piagua en Almería.

El planteamiento inicial de este grupo de investigación liderado por la profesora María José Sánchez-Muros es muy sencillo, ofrecer al sector de la acuicultura un producto más barato que las harinas de pescado y que tenga unas propiedades similares a las que presentan los piensos que actualmente se emplean en las explotaciones acuícolas dedicadas al engorde y preengorde de pescado, y todo ello realizado a base de insectos.

El estudio de esta nueva fuente proteínas persigue evaluar la viabilidad de estas harinas ante un más que probable agotamiento de las fuentes alimenticias actuales y que, sin lugar a dudas, supone un factor que limita el crecimiento de las nuevas ‘granjas del mar’.

Esta investigación, que ya está llegando a su fase final, partía de la tesis de contar con una fuente de alimentación basada en insectos que, por su procedencia animal, puede adaptarse a la fisiología digestiva de los peces con facilidad, en otras palabras, una fuente proteica que las especies criadas en cautividad puedan ingerir al tiempo que cubren sus necesidades nutritivas. Si el planteamiento inicial de la investigación es correcto y se demuestra que las harinas fabricadas a base de insectos son tan buenas como las harinas de pescado, la industria dedicada a la producción de insectos para su uso agrícola puede encontrar otra vía de negocio importante.

Este grupo de investigación, del que también forma parte el profesor Fernando García Barroso, es consciente de que los peces necesitan proteínas para vivir. El problema que se les plantea es dar con una fuente proteica adecuada, que no altere las condiciones del pescado y que mantenga todas esas propiedades que lo hacen tan saludable.

Como las materias vegetales son deficientes en licina, en metonina, que son aminoácidos esenciales para la dieta de los peces, resulta necesario encontrar un aporte de proteínas que cubra las necesidades alimenticias de los peces, que sí se encuentra en la harina de origen animal, caracterizado por un ba
lance de aminoácidos esenciales muy completo. En su trabajo, estos expertos no se pueden centrar en un aporte concreto, sino que deben manejar un alimento en el que se combinan las proteínas, lípidos e hidratos de carbono, de ahí que dar con una fuente proteica adecuada para la alimentación de los peces no es tarea fácil.

María José Sánchez Muros y Fernando García junto a otros miembros del equipo.

“Nosotros nos hemos dado cuenta de que las harinas de insectos pueden tener un buen perfil de aminoácidos, pero tenemos que tener cuidado con el perfil lipídico que tienen, es decir, el tipo de grasas y el porcentaje de ácidos grasos”, asegura Sánchez-Muros.

Ya por todos es sabido que la bondad nutritiva del pescado reside en que los ácidos grasos son insaturados, al contrario de lo que ocurre con la carne. Por ese motivo, los investigadores deben vigilar el aporte de grasas en la dieta, para que ese pescado siga siendo saludable y conserve sus grasas insaturadas. Por eso no es tan fácil encontrar una fuente de proteínas adecuada porque también tiene que jugar con los otros nutrientes.

Las primeras pruebas de la investigación se han realizado con el gusano de la harina, un insecto que no ha dado muy buenos resultados porque tiene una grasa muy saturada. Sin embargo, este fracaso inicial estaba dentro de lo previsto, ya que la idea es ir probando con insectos hasta dar con la especie adecuada para la fabricación de las harinas para el pescado.

Esta investigación del grupo de Ecología Acuática y Acuicultura integra a un sector productivo almeriense que, hasta ahora, permanecía totalmente ajeno a las explotaciones acuícolas, como las empresas dedicadas al control biológico de plagas. La aportación de estos expertos en insectos resulta fundamental para la investigación de este grupo de la Universidad de Almería, ya que con su ayuda será posible encontrar la especie idónea.

Los investigadores están evaluando varias especies habituales en la cría de mascotas exóticas (Tenebrio molitor, Zophoba morio, Achetra domestica ), esto es, ejemplares de gusanos, grillos y saltamontes, por su facilidad de adquisición en el mercado. Asimismo, utilizan la larva de un lepidóptero (Plodia interpunctella), gracias a la colaboración con la empresa Insectos.med S.L. (El Ejido, Almería). “La idea es que, estas harinas basadas en insectos, no sean sólo nutritivas sino que también sean apetecibles para los peces,” explica otro investigador del grupo, Fernando García Barroso.

Una de las jaulas de Piaga en la costa almeriense.

Este investigador afirma que están realizando pruebas con otros muchos insectos, además del gusano de la harina, y han descubierto que los ortópteros, es decir, los saltamontes e insectos similares, cuentan con unas proteínas y unos perfiles lípidos que se ajustan a las necesidades alimenticias de los peces. Aunque la solución estará en una mezcla de especies hasta dar con el insecto que mejor se ajuste a las necesidades alimenticias de los peces de criadero.

En un principio, el diseño de las harinas se está realizando para la tilapia, un pez de agua dulce y omnívoro que se caracteriza por su gran capacidad de adaptación, de resistencia a los cambios de temperatura, lo que la convierten en una especie con un futuro importante en el campo de la acuicultura. “De todas formas, esperamos probar las harinas de insectos en doradas y lubinas, para ver si obtenemos resultados son positivos, porque el precio de las harinas de pescado hará inviable la producción de estos peces”, afirma Fernando García.

Con estos insectos, los expertos contrastarán la respuesta en dos especies acuícolas diferentes en cuanto a su tipo de alimentación, así como a su capacidad digestiva y metabólica de utilizar los nutrientes. En concreto, han seleccionado una especie cultivada tradicionalmente en el Sur de España, la dorada (Sparus aurata), de alimentación carnívora y, por otra parte, la tilapia (Oreochromis sp.), una especie omnívora, que consume larvas de insectos en su hábitat natural. “Hemos seleccionado esta última como especie representante de agua dulce y por el especial interés que hay en desarrollar su cultivo en Almería, además de su proyección mundial y elevada productividad”, explica María José Sánchez-Muros.

Aunque en la actualidad el equipo investigador reconoce que las harinas de insectos no pueden competir en calidad con la harina de pescado, abren nuevas vías de alimentación para la industria acuícola del futuro. “Un hecho innegable es que el factor limitante para la acuicultura será la disponibilidad de esta harina. Si los alimentos basados en insectos cuentan con la misma eficacia nutritiva y muestran que las producciones acuícolas mantienen el mismo ritmo de crecimiento, se puede llegar a pensar en el uso de estas harinas como un elemento más adecuado que los alimentos vegetales, a la hora de elaborar piensos para peces”, dice Sánchez-Muros.

Otro gran reto al que deben hacer frente las explotaciones acuícolas es al impacto ambiental que provocan en el mar. Una elevada concentración de peces en un espacio reducido genera un volumen importante de residuo orgánico, los excrementos de los peces, que en un principio no supone un gran problema, si no fuera por las grandes cantidades que se depositan en el fondo marino. Allí se crea una capa de materia en descomposición tan grande que satura la capacidad del medio tanto que la flora y fauna se ven muy afectadas. Para solucionar estos problemas hay una serie de aspectos a tener en cuenta como la distancia al fondo, las corrientes marinas, la alimentación.

En definitiva, productos de gran calidad, mayor variedad de especies a medida que pasa el tiempo y, sobre todo, una mayor concienciación por parte del consumidor harán que el pescado que habitualmente consumimos sea sustituido por otro criado en cautividad, con una actividad como la acuicultura conocida desde la antigüedad, pero que desde los años cincuenta del siglo pasado se ha explotado a nivel comercial debido, en parte, al aumento de la población, el incremento del consumo de pescado y el consiguiente descenso en el volumen de peces que pueblan los caladeros.

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