No es usual que los pintores comparezcan con un proyecto creativo monográfico, con título, desvelando una puerta de entrada al interior de lo más personal. Por lo general, el pintor aparca sus palabras para manifestarse casi exclusivamente a través de su pintura, en exposiciones diversas. Sin embargo, hay pintores que en algún momento determinado sorprenden con propuestas que invitan a introducirse en su mundo interior. Sus razones, ante la pintura. Y que ese momento sea sorprendente. Es lo que ha hecho Carmen López (Madrid, 1961), con ‘En el lugar del silencio’ que expone en el Teatro-Auditorio de Roquetas de Mar, hasta final de marzo. Exposición muy importante para comprender e interpretar la poética que sustenta la pintura de Carmen López. Al espectador de la exposición le recibe el texto de la pintora que invita a entrar. No se trata solo de que la exposición tenga título, sino que el título surge en torno al concepto del ‘silencio’, como un territorio de iniciación, a través del cual Carmen López proyecta su exposición como una confesión itinerante a la búsqueda de si misma: “Partir de este lugar. Éste es el único camino que conozco para iniciar una tarea artística. Campo al que se llega voluntariamente, en el que uno ha de mostrarse como es. Sin defensas, sin esquemas, descalzándose, olvidando lo aprendido. Silencio. Soledad inevitable, imprescindible ahora”. Este momento arropa y justifica ‘En el lugar del silencio’.
Carmen López posiblemente haya cerrado un ciclo creativo con su propuesta más interesante, personal y arriesgada. Es el final de un proceso y el comienzo de otro. O un paréntesis, el tiempo lo dirá, antes de buscar un nuevo refugio. La pintora inició su periplo almeriense, en los noventa, en la Galería Argar. Llamó la atención porque su obra surgía sin referencias con el entorno de la pintura de Almería, lo importante es descubrir la pintura personal a la espera de salir al exterior. Y en este proceso le ha acompañado una actitud poética, alimentada por la interiorización de las ideas frente a la realidad, la música, la literatura y, sobre todo, la poesía, en legítima defensa. El color, los colores, desde la sencillez y la sinceridad, a la brillantez, con escenificaciones de su entorno cotidiano: siempre el mar, interiores, el horizonte, el paisaje contemplado y las figuras, enigmáticas figuras, como sombras, a la espera de una llegada, desde la soledad y la incertidumbre. En todo momento, la presencia del silencio, sin mencionarlo. Con el paso del tiempo, Carmen López descubre nuevos caminos, la brillantez de los colores se difumina, llega la inspiración de la niebla y nuevos silencios moldearon búsquedas y encuentros. Y siempre, con palabras ocultas.
‘En el lugar del silencio’ se inicia con ‘La llegada de Ulises’, lo que ya advierte del misterio, donde también están, anónimas, las sombras casi desapercibidas, porque Carmen López las oculta, son reales desde la sugerencia de la abstracción, las esperas de Penélope en silencio. Carmen López escribe: “Frente al soporte vacío. Por encima de todo afloran los sentimientos. Es la música, el tiempo. Al pintar, el tiempo es diferente, es un tiempo interior. Cuando se comienza, empiezan a surgir caminos, vías por las que decidir si pasar o no. Si el lenguaje fluye, es el momento”.
La melancolía está presente en la exposición junto al sonido del viento, los reflejos en los cristales y los títulos de cada cuadro que son otras sugerencias (‘Mar de ausencia’), descripciones de cada momento insinuado. El paisaje puede transformarse en gris sin cambiar la forma del silencio (‘Ruinas de Palmira’, ‘Pasaba el otoño’), cuando el tiempo tiene otra medida (‘Ciudad antigua’). Las figuras aparecen ocultas, de espaldas, de perfil, sin rostro. Hasta llegar a ‘El lugar de las palabras’. Muy cerca, el cuadro que da título a la exposición (‘En el lugar del silencio’), aparece casi camuflado, desde su timidez, en un rincón, para ocultarse de las miradas. Al fondo, la contemplación de una sombra. Se suceden los poemas: ‘Figuras en el tiempo’ (sencillez de la síntesis), ‘Árbol que quiere ser nube’ (sorprendente desde la presencia azul).
Al otro lado del espacio, la exposición se hace más intimista (‘Enero’, ‘Bajaré por tu recuerdo’), un diálogo pictórico con el interior. Regreso al puerto pesquero (‘Siempre el puerto’), un instante, la llegada de las nubes. Como novedad en varios momentos, el perfil en la realidad (‘Jardín del olvido’, ‘Tu reflejo’, ‘Algo se va’, ‘Mujeres de todos los días’, ‘Camino en la sombra’). Una presencia constante, una reflexión, un interrogante que se repite en este itinerario (‘Meditación’). Y así se llega al final, que es como el principio, en ‘Hora de partir’.
Se entiende mejor ahora la confesión-poema de Carmen López: “Si al final, en la obra, ha surgido el misterio, habrá sido un buen día. Pensaré en mañana, aunque nada ha terminado”.
Vale la pena, pues, entrar en la mística de ‘En el lugar del silencio’. Eso sí, con mucho respeto y sin hacer ruido.