La universidad española está sumida en una de sus crisis más profundas, que va más allá de lo económico. Se trata de un proceso de cambio con el que los campus buscan sus señas de identidad y transformarse para dar las respuestas que la sociedad exige. Sin embargo, ésta no es tarea fácil y requiere de múltiples reformas en todos sus estamentos, hasta que se lleguen a convertir en los centros de conocimiento y transferencia que tan bien funcionan al otro lado del Atlántico. Aunque, antes de dar este paso transformador, lo primero que hay que hacer es conocer cómo son las universidades españolas y, sobre todo, saber cuáles son sus puntos débiles. De todo esto se han encargado un grupo de investigadores del Instituto Valenciado de Investigaciones Económicas (IVIE), que han presentado a la universidad en cifras, con su informe Universidad, universitarios y productividad en España.
La primera de las conclusiones a la que llega este grupo de investigadores es la ineficiencia de los campus españoles. Se trata de centros que reciben una cantidad ingente de recursos públicos, que no acaban de dar los resultados esperados, tanto en investigación como docencia. Según los responsables de este estudio, la universidad española arrastra un problema de ineficiencia comparable al de otras muchas instituciones públicas.
En España hay en la actualidad 79 universidades, 50 públicas y 29 privadas, concentrándose más de la mitad en las cuatro comunidades más pobladas (Comunidad de Madrid, 15; Cataluña, 12; Andalucía, 10 y Comunidad Valenciana, 8). Ofrecen formación en 236 campus en los que estudian 1.650.000 estudiantes, de los que el 54% son mujeres. Un 90% de los estudiantes cursan estudios de grado o las titulaciones a extinguir de primer y segundo ciclo, y el 10% restante másteres o doctorados. El coste medio de un curso universitario de grado se sitúa entre 750 y 1.000 euros, según la experimentalidad de los estudios. 267.000 estudiantes son beneficiarios de becas y ayudas al estudio. En las universidades españolas trabajan 110.000 profesores y 60.000 empleados de administración y servicios. Entre el profesorado, un 37% son mujeres; las dos terceras partes de los profesores son doctores y el 50% son funcionarios.
La ineficiencia de las universidades se manifiesta de múltiples formas. Desde la oferta de una serie de carreras con poca demanda, el bajo rendimiento académico de los estudiantes y el pago de tiempo de investigación a profesores que no cumplen con esa tarea son algunos de los casos más flagrantes, aunque no los únicos. Esto lleva a ver cómo, según este informe, la universidad ha crecido más en recursos que en resultados y, aunque los estudios universitarios aportan indudables beneficios privados y sociales, la rentabilidad de la inversión en capital humano está limitada por la mala gestión de las instituciones educativas y por las características del tejido productivo que emplea a los titulados. Porque ahí está otro de los problemas de esta sociedad que también arrastra a la universidad y los estudiantes. El tejido productivo de este país no está lo suficientemente preparado para acoger a tantos titulados superiores como generan los campus.
“El desajuste entre nivel educativo y perfil de los empleos en España genera sobrecualificación y afecta negativamente a la productividad de los trabajadores con estudios superiores”. El estudio señala que para mejorar el ajuste se necesita una reestructuración de la oferta de estudios que reduzca el peso de las ramas con mayores problemas de inserción, y un cambio de la especialización productiva de la economía.
El estudio del IVIE no carga las tintas contra el exceso de universidades o el exceso de estudiantes, dos mitos que se desmienten en este informe, que sitúa a España a los mismos niveles de Alemania, sino más bien en la ausencia de un sector tecnológico como puede exister en países como la citada Alemania, capaz de absorber a todos los universitarios que genera el sistema. Hablando de cifras, mientras que en el país germano el 39,7 por ciento de los jóvenes de 18 años accede a la universidad, en España la cifra aumenta hasta el 46,1, una tasa superior a la alemana, pero que se mantiene por debajo de la media los países de la OCDE, situada en el 60 por ciento de estos jóvenes. Según el estudio elaborado por el instituto valenciano, en España “no acceden demasiados jóvenes a la universidad”.
Esta afirmación va también en la línea de otro mito que esta investigación se encarga de desmontar, como el hecho de que sobren universidades en este país. En este país hay un 29% de las carreras con menos de 40 alumnos de primer ingreso. Estas titulaciones pequeñas generan un gasto considerable y ponen de manifiesto el desjuste entre la oferta y la demanda de títulos, otro de los problemas que afectan a la universidad española y que destaca el estudio.
La “escasa flexibilidad” lleva a las universidades españolas a unos desajustes “permanentes” en la oferta y la demanda. Ciencias de la Salud es la rama más demandada, ya que el 74% de sus titulaciones tiene un exceso de demanda, un dato que contrasta con lo que ocurre en Ciencias Experimentales y Humanidades, en las que el 50,8 y el 43,3 por ciento, respectivamente, de sus títulos están afectados por un exceso de oferta. En este sentido, los responsables del estudio concluyen que “Los excesos permanentes de demanda (Medicina) y oferta (Ciencias Experimentales y Humanidades) en algunas titulaciones reflejan rigidez organizativa y escasa capacidad de adaptación de las universidades”.
Y como en la universidad no todo es enseñanza, el estudio se detiene en conocer cómo es la producción científica en los campus españoles. Lo primero que llama la atención es que sólo uno de cada cinco profesores tiene reconocidos todos los tramos de investigación que podría obtener y sólo se han reconocido el 47,7 por ciento de los sexesenios potenciales. A esto se suma que la “productividad de la universidad no ha mejorado aunque su producción total haya crecido”, se dice en el informe.
En la parcela de la investigación es donde más lagunas se encuentran. Ésta es, sin lugar a dudas, y así lo remarca este informe, una delas asignaturas pendientes que arrastra la universidad española. Los datos demuestran un aumento considerable en el volumen de investigación científica generada en los campus españoles. Sin embargo, ésta no tiene los mismos resultados que en otros países de nuestro entorno. La poca transferencia del conocimiento hacia los sectores productivos es una seña de indentidad de la investigación que se realiza en los laboratorios de las universidades. Los campus están considerados como los principales centros de investigación de este país, sin embargo la repetición de investigaciones, la falta de ambición de algunos científicos, así como la ausencia de puentes más directos, que conecten los sectores productivos con los grupos de investigación provocan que se genere una ciencia, de calidad, pero que no se ajusta a lo que las empresas necesitan para avanzar hacia un sector productivo más tecnológico.
Según el estudio, la actividad científica universitaria ha aumentado en la última década un 42,2%, mientras que los recursos financieros en términos reales lo han hecho en un 46,6% hasta 2009, en lo que estos expertos juestifican así la afirmación de que “la productividad de la universidad no ha mejorado aunque su producción total haya crecido”.
La eficiencia es la asignatura pendiente de cada curso y mejorarla supone realizar cambios profundos en el propio corazón de la universidad, cambios que muchos no quieren asumir, pero que resultan imprescindibles para avanzar hacia una sociedad más tecnológica, en la que los campus sean hervideros de conocimiento y de avances científicos.