Comprometido con la poesía desde pequeño, después de que su padre le inculcara la costumbre de escribir, amante del flamenco y consciente de que la poesía debería tener un papel más relevante en el mundo actual, este autor almeriense luce el honor de haber ganado uno de los premios más prestigiosos del País Vasco, por su poema ‘La despedida’.
Ni su formación académica ni su actividad profesional tienen nada que ver con la poesía, ¿cómo ha llegado a ella?
No, es verdad que mi formación está bastante alejada de la poesía, nada tiene que ver un balance de situación con un poema. Aunque sí que hay algo poético en la tarea de diseñar espacios de trabajo o, por lo menos, una visión lírica mejora el resultado del equipamiento. Mi padre siempre guardaba en el bolsillo de su camisa una pequeña libreta y un bolígrafo para dejar sus pensamientos escritos en unos cuantos versos en el momento en que algo o alguien llamara su atención. Quizá esa visión poética de la vida la haya heredado de él.
¿Cómo definiría su forma de escribir?
Mis poemas están llenos de estampas en blanco y negro, definen paisajes mentales, historias, conversaciones íntimas con una carga melancólica que los hace ser emocionalmente comprometidos, pero comprensibles. No me gusta que pasen desapercibidos. Además, están escritos para recitarlos, intento cuidar la musicalidad de los versos para que se puedan disfrutar leyéndolos en voz alta.
En la vida que actualmente llevamos, ¿qué papel tiene la poesía?
Debería tener una importancia vital. Desafortunadamente, desde niños, nos han enseñado a que tenemos que ser competitivos, a ser cada vez más fuertes, a ganar cada vez más dinero para mejorar nuestro estatus, a vivir, en definitiva, en una carrera constante persiguiendo un futuro que nunca llega. Ahora, nos encontramos en una isla desierta a la que nos ha arrojado ese mar de la prisa y no sabemos como salir de allí.
¿De qué temas le gusta hablar en sus poemas?
En ‘Poemas bastardos’, mi primer poemario, trato temas universales como son la vida y la muerte, el amor, el desamor, el desasosiego que provoca el paso de los días… Pero también hablo de mis historias personales vistas desde la perspectiva del tiempo y establezco diálogos conmigo mismo acerca de lo que soy intentando establecer el punto donde me encuentro en el atlas de la vida. Pero no siempre ha sido así.
El jurado del Gabino Pérez destaca su «técnica impecable», ¿llevan razón?
El jurado del certamen Gabino Pérez de Albéniz está formado por personas muy autorizadas en el mundo de la poesía. Sí, supongo que deben llevar razón al utilizar ese calificativo. La técnica no se piensa. La técnica es la horma. Cuando uno tiene una historia para un poema debe elegir la estructura que mejor se adapte a su desarrollo para reforzar la idea, un soneto, una décima, una octava, un romance, una seguidilla, un haiku, etc…
En ‘La despedida’ habla de la ausencia, de la separación de objetos queridos, ¿hay algo de autobiográfico?
Sí, es un poema autobiográfico. Define el momento en que el protagonista llega con sus hermanos a retirar los últimos recuerdos y enseres de la casa familiar (que le ha visto crecer) después de la venta de la misma y tras el fallecimiento de sus padres. Y se podría aplicar al momento de despedirse uno de su casa después de un desahucio, debe ser la misma sensación de vacío. Esta es la riqueza de la literatura, uno puede sentirse protagonista de una historia aplicando las localizaciones a su entorno ante un hecho parecido.
No es un autor con mucha obra publicada ¿se siente orgulloso de los poemarios guardados en el cajón?
No es fácil publicar, y menos a través de una editorial con cierto nombre. Cuando uno toca a su puerta lo primero que hacen, si la abren, es mirarte por encima del hombro y recelar. Estoy convencido de que ni leen tu obra. En cierto modo los entiendo, para ellos es un negocio y si no tienes un nombre hecho en el mundo literario no apuestan por ti, les importa un bledo si llevas un buen trabajo.