Con mucho tacto, con un arte que saltaba por encima del escenario y un trabajo que se podía ‘respirar’ desde la platea, después de “un año ensayando y viéndonos para lograr este resultado”, las voces de Cristo Heredia y Diego Cruz, la primera flamenca y la segunda profunda y polivalente, dictaron el rumbo para el racial y carismático baile de Ana Alonso, acompañados todos por las guitarras de Antonio Luis López, Cristi Santiaco y Antonio Gómez, así como el cajón, las palmas y la percusión de Moisés Santiago.
El flamenco marcó el camino, soberbiamente salpicado por el jazz, el soul y diversos ritmos magistralmente mezclados con la raza, el arte y el buen hacer de un grupo de músicos de alta categoría, que emocionaron, cautivaron y dejaron con ganas de mucho más a un público de por sí entregado.
Siguiriyas, bulerías, jazz, soul, tango y músicas de los más grandes, con guiños a Ketama, desfilaron por un escenario que traspiraba arte y esencia, duende y magia por sus cuatro costados.
Especialmente aclamada fue Ana Alonso, con un genio y un arte dignas de una bailaora que apunta muy alto y que va a triunfar en los tablaos sin ningún género de dudas, sobre todo si se rodea de músicos y artistas de un nivel tan alto como los que anoche la acompañaron en el Teatro Apolo, para culminar una noche dulce y espectacular, llena de magia, flamenco y esencia.